Juan Carlos Girauta, 04/11/12 ABC
El subidón independentista no le viene a Mas de la Diada porque su círculo, el de los negocios, siempre propugnó la secesión.
Los responsables de marketing de Mattel, empresa fabricante de Barbie, crearon un rico univers o virtual entor no a aquel pedazo de plástico con pelo rubio. Impúberes seguidoras de todo el planeta vienen recibido puntual noticia de las «actividades» de Barbie, así como respuesta personalizada a sus miles de cartas. Cuando se pregunta a la gente de Mattel si las niñas creen realmente en la existencia de su ídolo, si se tragan que las cartas las redacta un personaje que no envejece, esbozan una sonrisa de inteligencia. Saben de la capacidad infantil para distinguir entre realidad y ficción. Pero también del don de encerrarse a voluntad y a conveniencia en esta última, actuar dentro de ella con la entrega de un actor profesional, ensanchar las historias, vivir el juego y demorarlo hasta extremos inconcebibles.
El modelo político de los ejecutivos que pilotan la estrategia de CiU no es el de Alex Salmond ni el del secesionismo quebequés, no bebe de su propia tradición –Prat de la Riba, Macià– ni piensa en el derecho de autodeterminación de la ONU, no se espeja en Bolívar ni en Arana. Su referencia es Mattel, el marketing estratégico, la construcción de marca, la fidelización de clientes, el desarrollo del espíritu de pertenencia en comunidades virtuales, la explotación posmoderna del McGuffin de Hitchcok.
Fue el llamado «círculo de los negocios» de CiU, formado en torno a la familia de Jordi Pujol (y sin comprenderle a él) quien escogió a Artur Mas para suceder al fundador. Si algo desconoce ese círculo, si algo le resbala a Mas y a su equipo, es la épica, la historia, la literatura, fundamentos habituales del nacionalismo, aunque sea maquillando libros y torturando hechos. El subidón independentista tampoco le viene a Mas de la Diada porque su círculo, el de los negocios, siempre ha propugnado la secesión. No hay mesianismo, hay arrogante ignorancia: su gran negocio, creen, será el Estado propio.
No necesitan demostrar el mínimo sentido de la mesura porque nada en el relato convergente atañe a la realidad, al marco jurídico o sociológico, al análisis de industrias y mercados. Todo es ficción, pero se trata de ese tipo de ficción expansiva, invasiva, que se presenta como un universo cerrado, con sus propias reglas. Para menores en general. La independencia es la vida inexistente pero muelle de Barbie, con su periódico de mentirijillas, tan pródigo en detalles, sus fiestas, sus viajes y su novio Ken Sean Carson. Tan monín. Na–turalmente, a los adultos todo esto nos marea. La posmodernidad universitaria (¿hay otra?) ha supeditado la realidad al relato. Por fortuna, tal hazaña se opera únicamente en el propio relato. La muchedumbres podrán seguir a ese puñado de ejecutivos de cuentas, jefes de producto y planners estratégicos que se han equivocado de profesión y han acabado en política (¡Quién se lo iba a decir al joven Mas, tan ajeno!), pero la enormidad que se proponen sólo podrá presentarse como éxito en los libros de marketing. Los de historia los tienen más difíciles, salvo que al f i nal se i mponga e l criterio de los telecriminales de la pública y procedan a hacer con la disidencia «lo que se merece». Lo que nos merecemos.
Entonces sí, presidente, entonces tiene usted garantizado el paso a la historia, aunque no está claro en qué tipo de obra ni en qué capítulo. Mientras eso llega, juegan y juegan incansables, postergándolo todo, como si fueran a fundar un Estado, jaleados por periodistas y actores paniaguados. ¡Mira! Yo era un jefe de Est a do y tú e ra s mi ministro de Exteriores y nos íbamos a Moscú con nuestro Ai r Force One, brrrrrr…
Juan Carlos Girauta, 04/11/12 ABC