EL MUNDO 08/03/15
ANÁLISIS
· Convergència, en una nueva filigrana de Mas, posterga el choque frontal con España supeditando sus aspiraciones secesionistas a una futura reforma constitucional
Cuando Convergència parecía estar finalmente contra las cuerdas con su posicionamiento sobre la independencia, y obligada, después de tantos años de tanta ambigüedad y, en definitiva, de tanta convergència, a elegir entre persistir en el seguidismo de Esquerra y acudir a las próximas elecciones autonómicas con la independencia en el programa; o salvar los muebles con Unió y con Duran, y mantenerse en los cauces del soberanismo no rompedor, el partido más escurridizo, saltarín y trilero de la política española ha vuelto a hacerlo: ha vuelto a encontrar un inaudito camino del medio y a postergar el enfrentamiento.
Para contentar a su público independentista, la independencia figurará en el próximo programa electoral de los nacionalistas; y para evitar fracturas innecesarias, y perder todavía más votos, se precisará que en caso de mayoría parlamentaria se hará una declaración de independencia «provisional», a la espera de que las elecciones generales propicien una nueva correlación de fuerzas en el Congreso que desemboque en una reforma constitucional y permita un mejor encaje de Cataluña en España.
En un quiebro de todos los tiempos, justo en la delgadísima línea de los equilibrios más difíciles de imaginar, Convergència ha vuelto a inventarse un espacio único y, una vez más, ha hecho de la necesidad virtud y se ha salvado evitando por enésima vez en su historia tener que pagar el precio de aquello de lo que trata de aprovecharse.
La filigrana no gusta a Esquerra, pero no tiene más remedio que aceptarla por no quedarse sin el que se supone que es su principal y casi único socio en el empeño soberanista; y tampoco es que apasione a Duran ni a Unió, pero les da margen para mantener unida a la federación al no rebasarse la línea roja de la declaración unilateral. De todos modos, y por si las cosas cambian, que todo puede ser en los tan inciertos horizontes de la política catalana, Duran tiene ya constituido en partido político su hasta ahora «plataforma de reflexión cívica» Construïm. Mas ya sabe a qué atenerse si le entra de repente el pronto independentista.
Pero de momento, todo parece indicar que Convergència continuará siendo Convergència. Y lo que es más importante: continuará siendo Convergència i Unió. Una vez más, eran unos necios los que daban por rota la relación entre Mas y Duran: y hay que significar que a pesar de que Duran sería mucho más débil sin Convergència, y sin Mas, el hilo continuador de esta alianza se explica mucho más por la estrategia y la necesidad del president que por el miedo de saltar al vacío del líder democristiano.
35 años después de sus primeros comicios, Convergència volverá a presentarse a unas elecciones sin que sus electores sepan exactamente lo que van a votar. No es que sea lo que merezcan, sino que es lo que quieren y lo que son: y así como el PSC o ERC nacieron alrededor de una idea, Jordi Pujol fundó Convergència como un guante para Cataluña y para los catalanes, y aunque pueda parecer grotesco, si el ex presidente se vio con fuerzas de confesar su fortuna opaca fue porque sabe –y es cierto– que muchos de sus votantes tuvieron y tienen también cuentas fraudulentas y no sólo no están arrepentidos de nada, sino que se saben todos los trucos nuevos para continuar despistando a Hacienda. Pujol. Sus hijos. Su secretaria. Marta. Los discursos alzando el vuelo y los hechos a ras de suelo. No hay nada más catalán, ni más Cataluña. After changes upon changes we are more or less the same.
La independencia provisional será en los próximos meses el nuevo concepto de la política catalana. Será un pequeño paso más de Cataluña en su camino hacia ninguna parte, pero un gran paso para la supervivencia de Convergència, que, al fin y al cabo, es de lo que siempre se ha tratado.