El sanchismo, movimiento puramente alimenticio que se compone de socialistas de colmillo retorcido, comunistas revanchistas, corruptos sentenciados o presuntos, golpistas, racistas, ex terroristas, seguidores de Hamas, perturbados, perturbadas y pertubades, delincuentes y todos los que quieren sustituir nuestro estado de derecho por una confusa amalgama de estaditos donde la delincuencia sea ley. Esto se nutre de mantener vivos unos trampantojos que, si cayeran, mostrarían la enorme miseria humana que ocultan. Si no han caído del todo es por el bombardeo mediático de los medios afines – y pagados –, por la extraordinaria sangre fría de los zurdos, que mienten sin que se les mueva un músculo, y por parte de los españoles, que practican un cainismo estúpido. Como si no les afectase la subida colosal de impuestos, la subida de precios de la cesta de la compra, el aumento del crimen, la degradación institucional o la terrible soledad de España internacionalmente. Lo importante es que no gobierne la derecha.
El tiempo juega en favor de la verdad y a los sanchistas ya se les ve el plumero, pero todos vuelven a arremolinarse alrededor del líder al escuchar que él y solo él representa en España y en Europa la defensa contra la extrema derecha, contra Franco, Hitler o Mussolini. No citan ninguno más porque, poco leídos, ignoran quienes fueron Mussert, Doriot, Mosley, Quisling, Codreanu, Horia Sima o Degrelle. Les da igual, porque para el sanchismo la intelectualidad y la cultura empiezan y terminan con los que firman panfletos lamedores de partes donde la espalda pierde su digno nombre. Con el Vista Alegre de este año se han vuelto locos, pero locos de definición psiquiátrica.
Para el sanchismo la intelectualidad y la cultura empiezan y terminan con los que firman panfletos lamedores de partes donde la espalda pierde su digno nombre
Cuando hacen paralelismos con la Internacional Negra, aquella del Príncipe Valerio Borghese y el Ordine Nuovo de tan triste recuerdo, y lo comparan con la presencia de Milei, Meloni, Le Pen y Abascal juntos, entran ganas de devolverlos al colegio. Todos son representantes de partidos democráticos, se presentan a elecciones democráticas y aceptan la democracia sin cortapisas ni condiciones y no guardan con el fascismo – de entrada, son liberales en lo económico y no estatalistas, como la zurda – el más mínimo parecido y ya no digamos con los nazis, que vertebraban su acción política, si así puede llamársela, alrededor de una biología kafkiana y, por descontado, en las antípodas del catolicismo que defienden los políticos antes citados. Lo que sucede es que esa izquierda de visa oro, bolsos de Vuitton, viajes en jet, tarjetas oro, negocios tan sucios como pingües y apropiación del estado como si fuera su cortijo tiene que llevar a cabo el programa woke como sea y para eso ha de mantenerse en el poder contra viento y marea. Harán lo que sea necesario. Les va en ello su estilo de vida repugnantemente hedonista e hipócrita. Y precisan hacer creer que existe la amenaza de un nuevo Tercer Reich, que quienes disparan a primeros ministros o asesinan vilmente a lesbianas son fascistas cuando, en realidad, han sido individuos de notoria filiación ultra izquierdista, o que Hamas son hermanitas de la caridad, sin hablar nunca de los rehenes que hallan muertos, violados y torturados en túneles construidos quién sabe si con el dinero de la UE, es decir, el suyo y el mío.
No hay una amenaza de la extrema derecha, sanchistas. La amenaza sois vosotros. La ultra izquierda terrorista. Eventos como Vista Alegre os incomodan porque demuestran vuestra impostura. Embusteros. La gente de la calle está harta de vosotros, esa calle que no podéis pisar sin que os abucheen mientras que los líderes a los que insultáis pueden pasearse por donde quieran que en todos los sitios son bien acogidos. No va de derechas o de izquierdas. Va de democracia o de wokismo. De libertad o dictadura. De vosotros o nosotros.