La infiltrada

IGNACIO CAMACHO-ABC

  • No hay que hacer caso de las evidencias. La eurodiputada griega de las mordidas era socialista, sí, pero «de derechas»

Si Eva Kaili fuera española, el Gobierno encontraría el modo de despenalizar el soborno con alguna reforma legal a la carta y las bolsas de billetes que le han requisado se convertirían, como dice Herrera, en incentivos a la cooperación diplomática. Llegado el caso de que algún tribunal quisquilloso o sesgado la condenara quedaría el recurso de indultarla, por supuesto después de haber proclamado en voz alta y clara que jamás se le concedería una medida de gracia. La doctrina jurídica del sanchismo, siempre a la vanguardia, defiende la distinción entre una corrupción buena, la propia, y otra mala, la adversaria. Y resulta que la recién detenida vicepresidenta de la Eurocámara, capaz de ensalzar los derechos laborales en Qatar a cambio de presuntas mordidas, fue elegida parlamentaria en la candidatura del Pasok, que es como en Grecia se llama el Partido Socialista. Lo suyo sería un error, un momento de ofuscación, un mal día, porque es sabido que la izquierda jamás se corrompe por mucho que digan algunos jueces fascistas, como esos que se han atrevido a condenar a Cristina Kirchner en Argentina provocando la indignada solidaridad de Podemos y la afectuosa visita de Yolanda Díaz.

Sostiene Belmonte, nuestra Rosa prístina (Umberto Eco), que Kaili se beneficia por su apariencia atractiva de una cierta benevolencia moral de raíz machista. Es indudable que le favorece su excelente pinta, lo que se dice un bellezón si tal expresión aún no está prohibida, pero esa corriente de simpatía cuenta con el factor añadido de su filiación política. Aun así, y dado que el billetaje encontrado en su poder y el de su familia constituye una poderosa evidencia, o al menos un indicio capaz de poner en alerta incluso a la muy distraída Policía belga, el progresismo de guardia ha concluido que se trata de una «socialista de derechas», estupefaciente sintagma recogido en un reciente despacho de agencia. De la agencia oficial española Efe, por más señas. Socialista de derechas, como Alfonso Guerra, Nico Redondo, Leguina o Corcuera. O como Page, al que en Moncloa empiezan a ver trabajando por su propia carrera de sucesor en la reserva.

Etiquetada de esa manera, la acusación contra la diputada de pestañas (y manos) largas adquiere mucha más coherencia: se trata de una conservadora disfrazada, una polizona neoliberal infiltrada en las impolutas filas de la socialdemocracia. De ahí que el flamante presidente de la Internacional Socialista, un tal Sánchez, no haya considerado necesario dignarse a pronunciar sobre el asunto una sola palabra. Será muy guapa pero ha resultado una auténtica facha, un personaje venal por antonomasia, de naturaleza ontológicamente propicia al abuso de confianza. La superioridad ética de la causa progresista queda sana y salva. No hace falta rehabilitarla por la puerta falsa como a cualquier dirigente de Esquerra Republicana.