Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
- Los precios han perdido parte del dramatismo que tuvieron durante el año anterior, aunque el IPC es acumulativo
La inflación es la variable que evoluciona mejor en el panorama económico. Mejor que el PIB, que crece, pero aún no alcanza el nivel prepandemia, una referencia que han recuperado ya todos nuestros socio europeos. Mejor también que el empleo, cuyos aparentes buenos datos están rodeados de oscuras incógnitas. ¿Cómo puede ser que haya casi un millón de ocupados más que antes de la pandemia y el total de las horas trabajadas siga siendo menor y el volumen del PIB similar? ¿Eso significa que hay más trabajo y que es de mayor calidad, como asegura gozosa y sonriente la vicepresidenta Díaz o más bien que el trabajo pierde intensidad?
Los precios van mejor y han perdido una gran parte del dramatismo que tuvieron el año anterior. Pero tampoco aquí es sencillo encontrar motivos de entusiasmo. Por un lado, habría que recordar que el IPC es acumulativo. Es decir, por más que suba un año, en enero ponemos el contador a cero y volvemos a empezar. Es decir, las subidas moderadas de este ejercicio se añaden y suman a las inmoderadas del anterior. Lo cual hace que sea necesario leer los datos correctamente. Es decir, suben menos, pero lo hacen sobre lo que ya subieron en 2022 que, como recordará, fue mucho.
Y luego está el problema de la referencia y los objetivos. La inflación elevada provoca dos efectos adversos. Por un lado merma la capacidad adquisitiva de los ciudadanos que han de repartir su disponibilidad de ingresos entre una cesta menor de productos, ya que son más caros. Y otra es que el método elegido por las autoridades monetarias para luchar contra la inflación es la de subir los tipos de interés, lo que amplifica los efectos de la mermas de poder adquisitivo. El objetivo es mantener los precios por debajo del 2% y la referencia son los precios europeos, dado que vivimos en una unión monetaria con una moneda única.
Y aquí aparece el problema. La noticia buena es que los precios han bajado en Europa del 8,1% de abril al 6,1% de mayo, lo cual es una barbaridad. Una feliz evolución que no puede ocultar el hecho desagradable que estos precios rebajados en Europa aún triplican el objetivo marcado por el BCE. En consecuencia, ¿van a bajar los tipos de interés? No. Todavía han de subir más –los expertos dicen que restan dos movimientos de un 0,25% cada uno–, antes de alcanzar lo que la señora Lagarde llama la ‘altitud de crucero’. Así que relájese y no se enfade. Queda sufrimiento monetario, antes de la situación se recomponga.