Irene Lozano, EL CONFIDENCIAL 21/12/12
No se puede sumergir a los peces, porque viven bajo el agua. Los buceadores, en cambio, sí llevan a cabo una inmersión cuando pasan del medio terrestre al acuático. Es importante recordar esta obviedad dado que la discusión lingüística y los métodos pedagógicos relativos a las lenguas han consagrado la metáfora de la inmersión. Descomponer la imagen deja al descubierto la falacia impuesta por la hegemonía ideológica nacionalista.
Inmersión lingüística es lo que hicieron miles de emigrantes españoles cuando marcharon a Alemania en los años 70. De repente, de un día para otro, se sumergían en un sistema lingüístico nuevo por entero y, a partir de ahí, con sus dificultades y sus apuros, derivados sobre todo de su condición de adultos, iban aprendiendo el idioma. El método se tiene por eficaz, particularmente en los niños, porque replica la forma natural de aprender: nacer es, de hecho, empezar a sumergirse en la lengua materna.
¿Quién ha dicho que el bilingüismo obliga a segregar? Nadie, es otra falacia del nacionalismo, pues el bilingüismo consiste justamente en mantener juntos a todos los alumnos y enseñarles indistintamente en dos lenguas, exactamente como hacen los colegios bilingües en inglés del resto de EspañaPese a la abrumadora propaganda nacionalista en sentido contrario, no es la inmersión lo que caracteriza el sistema de enseñanza en Cataluña. De hecho, en torno al 50% de la población tiene el castellano como lengua materna, frente al 30% de hablantes natos de catalán. Por tanto, ese 30% no sufre inmersión alguna: vive en un ambiente catalanoparlante en casa y lo hace igual al llegar al colegio. Son ese 50% de niños y niñas castellanohablantes los que sí ingresan en un ambiente lingüístico nuevo, si bien tampoco por entero, pues antes de hacerlo ya habrán estado expuestos a la lengua catalana a través de los medios de comunicación y en la calle. Se trata de un sistema de enseñanza que sumerge sólo a la mitad de los alumnos, porque se trata de un sistema monolingüe. Eso es lo verdaderamente característico del modelo catalán: el monolingüismo y no la inmersión.
El porqué de que nunca ningún nacionalista se refiera al modelo catalán como monolingüe es obvio: resulta una palabra demasiado transparente. La verdadera inmersión, de hecho, se conseguiría mediante el bilingüismo, pues si la mitad de las asignaturas se impartieran en castellano y la mitad en catalán, todos los alumnos serían sumergidos en una lengua distinta a la materna, y todos recibirían asimismo una parte de la enseñanza en su lengua nativa.
El marco ideológico nacionalista, no obstante, se ha encargado de desprestigiar la palabra “bilingüismo” por la vía de clamar escandalizados contra la segregación de alumnos por razón de lengua cada vez que la oyen. ¿Pero quién ha dicho que el bilingüismo obliga a segregar? Nadie, es otra falacia del nacionalismo, pues el bilingüismo consiste justamente en mantener juntos a todos los alumnos y enseñarles indistintamente en dos lenguas, exactamente como hacen los colegios bilingües en inglés del resto de España. Hacerlo así equivaldría a llevar a cabo una política lingüística de las llamadas acumulativas, mediante las cuales los gobiernos tratan de ampliar el conocimiento de lenguas de los ciudadanos, para mejorar su futuro profesional. El monolingüismo, en cambio, es la clásica política redistributiva, aquella que fomenta las lenguas particulares para cimentar una conciencia colectiva. O, dicho sin ambages, la que sirve a los fines de la elite nacionalista y no a los ciudadanos. Bon Nadal.
Irene Lozano, EL CONFIDENCIAL 21/12/12