Marta García Aller-El Confidencial
El término lo acuñaron los griegos para referirse a los que no se ocupaban de los asuntos públicos, sino de su interés privado. Tras oír hablar a sus señorías, es oportuno recordarlo
Los griegos acuñaron el término idiota para referirse a quien no se ocupaba de los asuntos públicos, sino de su interés privado. El idiota era para los clásicos aquel individuo que estaba tan pendiente de lo suyo que se desentendía del bienestar de la ‘polis’. Y después de oír a sus señorías hablar mayormente de sí mismos en el Congreso durante 11 horas hasta votar la investidura fallida, parece oportuno recordarlo.
En los dos últimos días hemos visto desfilar en la Carrera de San Jerónimo a un presidente en funciones que llegó tan encantado de conocerse que ni siquiera se había molestado en negociar los apoyos que le faltaban para la investidura.
Y en vez de esforzarse Pedro Sánchez en seducir a sus posibles socios en la tribuna, cada vez que tomaba la palabra, les regañaba. «A quién se le ocurre no darse cuenta de lo buen partido que soy», vino a ser su principal línea argumental. Qué podía salir mal.
También hemos visto presentarse a los líderes ‘ex aequo’ de la oposición frotándose las manos mientras se las lavan. Cada vez ven más cerca de cumplirse los de PP y Cs su sueño húmedo de que Sánchez forme un Gobierno que consideran malísimo para España. Y ante la tesitura de hacer algo por evitar el dislate o tener razón ambos prefieren lo segundo. Pobre ‘polis’.
Sánchez, en vez de esforzarse por seducir a sus posibles socios, cada vez que tomaba la palabra aprovechaba para regañarles. Qué podía salir mal
Qué mejor ejemplo de lo mucho que les tienta a nuestros diputados centrarse en sí mismos que la tribuna del Congreso la estrenara Rufián de buena mañana afirmando: “He hecho cosas bien”. No le hizo falta, como hicieron los de ERC en su numerito del día anterior, llevar flores al Congreso. Aprovechó el portavoz independentista su turno para echárselas encima de palabra. Reconoció además Rufián haber hecho “muchas cosas mal” por montar tantos ‘shows’ en la tribuna. ¿De verdad tiene su acto de contrición algún interés público? “Somos imprescindibles para la gobernabilidad”, dijo sumando el nosotros a su yo-mí-me-conmigo.
Tras su propósito de enmienda pidió al presidente en funciones que le hiciera un poco más de casito. Luego el de Esquerra le mandó un recado a Sánchez antes de votar preventivamente en su contra: “O es usted un irresponsable o quiere ir a elecciones y no sé qué es peor”. Los griegos no dijeron que los idiotas no pudieran tener razón de vez en cuando.
Gobierno de decoración
La negociación sigue abierta y tanto el miércoles como la mañana del jueves serán claves hasta que se repita la votación. Empieza a las 13:30 y para la hora de comer ya podríamos tener Gobierno. En estas 48 horas de plazo, puede pasar cualquier cosa.
Podemos, de momento, ya ha dado el paso de abstenerse como muestra, dicen, de buena voluntad. En este punto la negociación depende de si dotan o no de competencias reales los ministerios que se han ido inventando para ellos en el PSOE como quien le busca nombre al gato.
A los de Iglesias les ofrecen algo así como un Ministerio de Turismo y Deporte, uno de Vivienda y como el de Juventud no coló, uno de Infancia. Parece que anda en el aire uno de Innovación y Universidades. Más irritante que la nomenclatura en sí, a Podemos le parecía una tomadura de pelo que ninguno de ellos estuviera dotado en la propuesta de martes a mediodía ni de competencias reales ni presupuesto.
Al final, ni de cooperación ni de coalición, lo que Sánchez le estaba ofreciendo a Iglesias era un Gobierno de decoración. Y Podemos, que ya toca moqueta con la yema de los dedos, se ha dado cuenta de que quiere pedir el paquete completo. Vicepresidencia incluida para Irene Montero. Algo que Sánchez veía inviable hasta anteayer. Y aunque Calvo ya se la ha prometido a los morados, el presidente en funciones no termina de hacerse a la idea de que si quiere el poder, tendrá que compartirlo. Con lo bien que le queda a él solo en los espejos de Moncloa.
Podemos, de momento, ya ha dado el paso a la abstención, mientras en el PSOE siguen inventando ministerios como quien le busca nombre a un gato
De aquí al jueves todo puede cambiar igual que, en el último momento, Podemos cambió el no por la abstención en la primera votación. A Irene Montero, que votó telemáticamente por anticipado, no le dio tiempo ni a corregirlo. Está por ver si las izquierdas se ponen de acuerdo. El resultado final que salga de estos vaivenes, más que de audaces estrategias enrevesadas, tiene más pinta de acabar dependiendo de una carambola.
Seguramente nos hayamos equivocado estos meses buscando una explicación racional a todo lo que puede no estar siendo más que una gigantesca chapuza. La sensación que transmitían ayer los corrillos del Congreso, tras la votación fallida de Sánchez, no era intriga, sino desconcierto. Tres meses de inconsistencia pura. Se nota que estamos en primero de gobierno de coalición. Y como no lo aprueben el jueves, les queda para septiembre. No deberíamos subestimar las ganas que tienen sus señorías de irse de vacaciones. Es en lo primero que pensarían los idiotas.