- España puede ser un problema sistémico. Si dilapidamos el esfuerzo europeo, estaremos poniendo en jaque, con nuestra irresponsabilidad, no sólo la prosperidad nacional, sino también el proyecto común
Si yo fuera asesor de Pedro Sánchez le pondría en bucle la comparecencia de José Luis Rodríguez Zapatero en aquel fatídico 12 de mayo de 2010. El expresidente se subió a la tribuna del Congreso de los Diputados para dar un discurso de dos minutos que cambiaron el rumbo de España. Congeló las pensiones, redujo un 1,5% el sueldo de los funcionarios, dio un hachazo de 1.200 millones de euros, redujo en más de 6.000 millones de euros la inversión pública… en total, un ajuste del 1,5% del PIB que dio al traste con varios años de expansión del gasto descontrolado (Plan E incluido) y de un nivel de irresponsabilidad fiscal y política sin precedentes.
Lo peor de todo no fue el paquete de medidas, algo que se hacía imprescindible si España no quería entrar en suspensión inmediata de pagos. Lo peor fue que llegó tarde y la credibilidad del Gobierno era tan baja que resultó insuficiente.
Lo que siguió a aquella decisión es recordado por todos: España sufrió la peor crisis de su historia y, además de experimentar un retroceso social sin precedentes, pasó a ser de un día para otro un problema para la UE. De hecho, llegó a formar parte del grupo de los PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España) que pusieron en jaque todo el proyecto europeo.
España entró a aquella crisis con una deuda del 60% del PIB, con un déficit público ‘razonable’ (esto es, dentro de los criterios de Maastricht) y con capacidad para financiarse en los mercados de deuda pública por sí misma.
Ahora la deuda pública es del 120%; el déficit, en un escenario optimista, estará en torno al 5%; y el 100% de nuestras emisiones netas de deuda las viene comprando el Banco Central Europeo durante los últimos años. ¿Tiene nuestro país acceso a los mercados?
⦁ La rentabilidad del bono español a dos años está en el 1,6%, adquiere niveles de 2014 y ha experimentado un crecimiento de dos puntos porcentuales en lo que va de año.
⦁ La del bono a 10 años también se ha disparado hasta el 3%, también con un crecimiento de 2,5 puntos en los últimos seis meses
… Y todo lo anterior teniendo en cuenta que el BCE tan sólo lleva un mes reduciendo su volumen de compra de deuda pública nacional. Desde junio solamente está comprando las refinanciaciones, y no las emisiones de nueva deuda.
Quienes quieran ver la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio dirán que una situación similar está ocurriendo en Europa y en Estados Unidos. Incluso, que hay países (como Italia) que están en una situación aparentemente peor que la nuestra.
Y es cierto. Que las condiciones financieras iban a empeorar es algo que llevamos advirtiendo desde hace tiempo (lean, lean y lean) , pero la magnitud del agujero no está siendo igual en España que en resto de países. Por eso nuestra prima de riesgo se está incrementando hasta los 130 puntos básicos y los seguros de impago (credit default swap, o CDS) a cinco años se ha duplicado en lo que va de año.
Lo que tenemos por delante es una situación en la que se conjugan los siguientes riesgos, de mayor a menor probabilidad de ocurrencia: I) Estanflación similar a la crisis de los 70 (aunque con niveles de inflación, esperemos, más reducidos); II) Crisis bursátil similar a la burbuja ‘puntocom’ (que, de hecho, ya ha comenzado); y III) crisis financiera similar a la de 2008.
¿Se puede hacer algo en este escenario? Sí. Lo primero, podríamos haber actuado con responsabilidad desde hace años. Sin embargo, hemos elegido la ideología. Ahora vamos tarde, aunque el ajuste no es inminente. España necesita recuperar la senda de la responsabilidad cuanto antes para ganar credibilidad que necesitaremos cuando la situación lo requiera, que lo requerirá.
Podríamos haber actuado con responsabilidad desde hace años. Sin embargo, hemos elegido la ideología
Pero sobre todo tenemos que aprovechar las oportunidades que tenemos. El Gobierno, al menos, podría estar escudándose en los 140.000 millones de euros que nos ha concedido Europa para inflar artificialmente las cifras macro e impulsar nuestra economía por la vía de la demanda agregada. Una estrategia como esta nunca será la solución idónea, pero al menos es algo o, dicho de otra manera, es algo mejor que lo que estamos haciendo.
Y, sin embargo, ni tan siquiera está siendo capaz de gestionar en maná europeo más allá de llevar a cabo enormes campañas de comunicación y grandes anuncios vacíos de contenido.
Veamos algunas de las cifras que hemos venido conociendo en los últimos días:
⦁ De los 140.000 millones tan sólo hay asignados 10.848 (sí, un 7,7%) a proyectos de transformación de la economía española. Y, de ellos, tan sólo 930 son convocatorias resueltas, es decir, que estén generando un impacto positivo en la economía española.
⦁ O, dicho de otra manera: dos años después de aquella espantosa escena del Consejo de Ministros recibiendo entre aplausos a Sánchez por haber conseguido un plan de inversiones para Europa, en el que España era el segundo país que más recibía (algo que ya de por sí es de dudosa celebración), el Gobierno de la Nación tan sólo ha ejecutado en materia de inversiones el 0,7% del total del Plan, y casi el 40% de la (poca) inversión pública con cargo a este plan sigue pendiente.
⦁ Si elevamos el análisis al grado de ejecución del plan, tenemos que el crédito total que el Estado registra con cargo a los fondos europeos asciende a 28.000 millones de euros; esto es, un 20% del volumen comprometido.
⦁ Y, por último, en materia de cogobernanza, la asignación a comunidades autónomas ha ascendido a 13.400 millones de euros en proyectos teledirigidos desde la administración central. Esto es, un nivel de impulso limitado y sin capacidad de maniobra por parte de los gestores públicos regionales.
¿Qué significa esto? Europa ha puesto en marcha el mayor mecanismo de solidaridad interterritorial de su historia, el Plan Next Generation EU, y lo hizo en tiempo récord. Una herramienta que se suma a las que ya desarrolló en la anterior crisis y que se ha mantenido hasta ahora, como han sido los estímulos monetarios (el BCE es el 70% del PIB de la Eurozona) y sucesivos planes de inversión pública (como el Plan Juncker). Si España no usa adecuadamente estos fondos y la situación toma una deriva tan negativa como la que aparentemente se está formando, será difícil arrancar de nuestros socios nuevas ayudas.
Por el momento, el BCE ya ha dicho que será difícil que conceda más margen a Estados como el nuestro sin condicionalidad asociada. Esto es un aviso que nos debería recordar lo que ocurrió con Grecia en 2011/2012. La irresponsabilidad siempre acaba con una clara falta de libertad. Cuando dependes exclusivamente de un organismo, sea el BCE o el Estado, quedas sujeto a sus demandas.
Sin el proyecto común europeo, España, muy probablemente, sería Argentina: un país que evoluciona cuesta abajo y sin frenos, con una inflación del 50%, en constante impago y donde la población se empobrece día a día.
Afortunadamente formamos parte de la Unión Europea, pero esto es algo que, como vimos en 2012, tampoco está asegurado. Somos la cuarta economía del Euro. Esto significa que podemos ser un problema sistémico. Si, además, dilapidamos el esfuerzo de los contribuyentes europeos, el grado de irresponsabilidad es tal que estaremos poniendo en jaque no sólo nuestra prosperidad nacional, sino también el proyecto común.
Y eso es algo que no nos podemos permitir.
Daniel Rodríguez Asensio es consultor estratégico y presidente de Acción Liberal Think Tank For Freedom