ANTONIO PAPELL, EL CORREO – 31/01/15
· El PSOE no volverá a ser lo que era si no regresa a los orígenes y rechaza los dos nacionalismos en liza, el españolista y el catalanista, hoy enzarzados en una irracional contienda.
Los últimos acontecimientos catalanes y la pugna en el ámbito estatal entre PSOE y Podemos por el control del hemisferio izquierdo del espectro han suscitado la evocación de un conocido artículo de Javier Cercas de 2011, ‘El fracaso de la izquierda en Cataluña’, en el que por primera vez alguien afirmaba a voz en grito lo que era y es una verdad incuestionable: la izquierda catalana entregó hace mucho tiempo su discurso al nacionalismo, hasta el extremo de que en aquellos parajes ideológicos se afirma con inquietante soltura que se puede ser nacionalista y de izquierdas.
Cuando –ha escrito Cercas– sigue siendo incuestionable que ser nacionalista y de izquierdas es un oxímoron y ser nacionalista y de derechas un pleonasmo. Y en esta deriva, el PSC, en una lectura equivocada de la realidad, ha llegado a creer que el declive imparable que padece en los últimos años se debe a que no es lo bastante nacionalista, cuando la realidad es exactamente la contraria: hoy está materialmente al borde de la desaparición porque ha aceptado moverse en el marco ideológico del nacionalismo, tanto en el plano simbólico como en el la realidad, y ha sido en cambio incapaz de establecer un discurso claramente de izquierdas y, en cuanto tal, decididamente opuesto al soberanismo.
El PSC alardeó desde su compleja fundación –recuérdese que nació en 1978, fruto de la convergencia de fuerzas socialistas autóctonas con el PSOE– de mantener una fuerte impregnación catalanista, un concepto vaporoso que por aquel entonces era más regionalismo y folclore que sublimación identitaria. Sin embargo, cuando Maragall formó el tripartito con Esquerra Republicana de Catalunya y con Iniciativa per Catalunya –heredera del viejo PSUC–, no fue capaz de hacer prevalecer la racionalidad democrática cosmopolita y liberal sobre la contagiosa impregnación irredentista de sus socios republicanos. Y el proceso de redacción del proyecto de Estatuto de Autonomía fue una especie de catarsis tan vehemente que dejaba a sus promotores al borde de la reclamación autodeterminista, que finalmente se produjo en cuanto el Tribunal Constitucional no tuvo más remedio que desmontar aquel dislate incompatible con una Constitución estándar como la nuestra, que define, como es natural, la unidad irrevocable de la soberanía nacional.
El surgimiento de Ciutadans, producto de la irritación de potentes sectores intelectuales socialistas desencantados con el viraje nacionalista que Maragall imprimió al PSC –Francesc de Carreras, Félix de Azúa, Arcadi Espada, Félix Ovejero, Xavier Pericay, Horacio Vácquez- Rial… –, fue un aviso a navegantes que el PSC no supo entender ni interiorizar. Antes al contrario, el sector catalanista del PSC –Antoni Castells, Joaquim Nadal, Montserrat Tura– se adueñó del partido, hasta deformarlo definitivamente y conducirlo hacia la irrelevancia, momento en que los independentistas abandonaron el barco. Hoy, el PSC, contaminado todavía con los efluvios del nacionalismo, recuerda dramáticamente al cuasi desaparecido Pasok. Éste, maltrecho tras haber pactado con la derecha; el PSC, hecho una ruina por haber cedido a los encantos de la salmodia identitaria de los nacionalistas, a pesar de los buenos oficios actuales de Miquel Iceta, un personaje íntegro y cabal, que sin embargo parece patéticamente solo en el desempeño de su tarea.
La resurrección del PSOE, actualmente de la mano de Pedro Sánchez, requiere el rescate de las siglas hermanas de Cataluña. El PSOE no volverá a ser lo que era si no se reconstruye en el Principado, por el procedimiento de regresar a los orígenes y de rechazar definitivamente los dos nacionalismos en liza –el españolista y el catalanista–, hoy enzarzados en una irracional contienda que amenaza con causar un daño irreparable a este país.
ANTONIO PAPELL, EL CORREO – 31/01/15