Víctor Lenore-Vozpópuli
- El escapismo de Moncloa y sus mariachis mediáticos toca fondo con en el mundo real
Desde hace más de un lustro, la izquierda mediática española se ha empeñado en dar lecciones de periodismo encaramándose al púlpito de una superioridad profesional autoatribuida. Da igual que El País se invente la agonía de Chávez entubado, que La Sexta difunda el ‘bulo del culo’ hasta que el propio artífice reconoció que era inventado o que la cadena Ser trate una salpicadura de agua a Rita Maestre en su escaño como si fuese la masacre de Badajoz en 1939. La hiperventilación pseudopolítica se ha vuelto parte de su ADN, de manera más compulsiva que racional, ya que a estas alturas tenemos comprobado que ni les ayuda a subir en audiencias ni contribuye a conseguirles más votos. Ambos factores van cayendo en picado, aunque no con la velocidad de otros países europeos, donde el progresismo casi ha desaparecido y los ciudadanos se debaten entre la derecha liberal de siempre y el pujante socialpatriotismo. Aunque muchos caigan en el desánimo, estamos en los minutos de la basura de una izquierda que hace tres décadas solamente se sirve a sí misma.
La última payasada mediática fue manipular una conversación de la Unidad Central Operativa (UCO) para intentar hacer creer a los españoles que la Guardia Civil deseaba un atentado con bomba lapa contra Pedro Sánchez. Ya resulta llamativo que la única opción que vean para rehabilitar la dañada imagen del presidente sea convertirle en mártir a costa del prestigio de nuestros cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. No consiguen que la gente le quiera como a Felipe González ni como a Zapatero, pero ellos no se arrugan y tratan de convertirle en una especie de Salvador Allende. La noticia falsa surgió esta vez de El Plural y, de manera casi automática, muchos ‘popes’ del periodismo progresista le aplicaron la consigna que ya es marca de la casa en La Sexta, la célebre “es muy burdo pero vamos con ello”. Tres ministros, la cadena de Ferreras, Silvia Intxaurrondo y Nacho Escolar de Eldiario.es le dieron cancha, para luego ir reculando cada uno a su manera, pero todos tratando a los españoles como a retrasados mentales, otro clásico de nuestra prensa izquierdista nacional.
Factoría de ficción
Por supuesto, les honra disculparse, aunque la motivación fuera evitar una demanda. Significa que que no se ha perdido del todo el oremus en un gremio vendido casi por completo a los intereses del gobierno, que no de la izquierda, y que ha olvidado por completo su responsabilidad social. Unos se disculparon con un tuit a las tres menos cuarto de un domingo, que es cuando estamos atendiendo a la paella, otras alegaron “falta de comprensión lectora” y hubo quien se autoabsolvió con la excusa de que “no hubo mala intención” (anunciaron falsamente la trama de un magnicidio por despiste, suponemos). El caso es que fue “otro día en la oficina”, recordemos los famosos sobres con balas, los cuchillos ensangrentados y demás tramas hilarantes que se cultivan con mimo en esa factoría de ficción que es el Palacio de la Moncloa y sus terminales mediáticas. En vez de aforamientos y puertas giratorias, quizá la solución sea intentar colocar a exaltos cargos en la sala de guiones de Netflix, Mediaset y Movistar+ (quienes caigan en esta última pueden probar a convertir en galán al niño de Conde-Pumpido, ya que estamos).
Su problema es la España Real, desde los disturbios de Salt hasta la pobreza infantil, pasando por la distopía de la vivienda
Todos sabemos de la tendencia de Pedro Sánchez a la automitificación audiovisual, que un día guioniza a sus ministros aplaudiendo cuando vuelve de Bruselas, otro hace un cásting de jubilados afines para echar una petanca y al siguiente se viene arriba y monta un publirreportaje de su vida en Moncloa dividido en las cuatro estaciones. El hilo que une estas producciones con los cuchillos, las pistolas y las bombas-lapa es la intuición de la izquierda española de que ya no pueden ganar nada mirando a la España real y que solo les queda subvencionar más el cine, a ver a cuántos votantes pueden engañar esta vez. Su problema es una país en decadencia, desde los disturbios en Salt hasta nuestro fracaso respecto a la pobreza infantil, pasando por el distópico mercado de la vivienda. Todo esto son cosas que ven en la lejanía, parapetados en sus burbujas de privilegio, casi siempre fabricadas con dinero público. Por eso, inteligentes como son y han sido siempre, deciden descartar el mundo real y saltar como resortes cada vez que ven a mano una mentira conveniente, sea una atentado contra el presidente o un editorial pagado en The Economist que confirma su sesgo reconfortante de que ‘España va bien’, mejor que nunca.