- Las universidades y los medios de comunicación son el hábitat favorito de esta izquierda enemiga de la libertad
La guerra que Hamás comenzó con sus terribles atentados terroristas del 7 de octubre contra Israel nos está permitiendo dibujar el mapa de la extrema izquierda global, siempre antisemita e iliberal. Las mismas barbaridades que aquí le hemos escuchado a la ministra Ione Belarra las ha dicho en Colombia su presidente Gustavo Petro y se han proclamado en las más prestigiosas universidades de EE.UU. para escándalo de sus generosos donantes. Hasta la inefable Greta Thunberg ha salido del retiro para apoyar a Gaza, que debe ser el ejemplo más depurado de avances en la lucha contra el cambio climático.
Estamos ante un movimiento global dedicado durante años a desacreditar nuestras sociedades occidentales y sus instituciones democráticas, caricaturizadas como un nido de miseria, injusticia y corrupción. Belarra y Montero nos han dado la brasa hasta el aburrimiento con los macro y los micromachismos, con el «hermana, yo sí te creo» o con los derechos trans y LGTBI. Han convertido a todos los hombres occidentales en sospechosos de violencia sexual, pero a la hora de escoger entre el único país de Oriente Próximo donde se respeta a las mujeres y a los homosexuales, como es Israel, o un régimen teocrático que humilla a las mujeres y cuelga a los homosexuales, Belarra, Montero e incluso Yolanda Díaz optan con entusiasmo y sin dudas por el segundo.
Las universidades y los medios de comunicación son el hábitat favorito de esta izquierda enemiga de la libertad; el fenómeno woke que se venía gestando en los campus americanos ha florecido en todo su esplendor cuando se han negado a condenar las matanzas de civiles israelíes. ¡Y qué decir de los medios! El sesgo de la mayoría de ellos les ha llevado a tragarse sin el menor recato profesional la propaganda palestina sobre el supuesto bombardeo israelí de un hospital en Gaza. En Reino Unido, la sobrevalorada BBC coincide con nuestro comunista doméstico, Enrique Santiago, en negarse a calificar como terroristas a los asesinos de Hamás; ya casi es una tradición de la casa, tampoco los etarras eran considerados por la BBC como terroristas sino como activistas vascos.
Estos mismos medios y todos los politólogos de guardia nos han venido alertando durante estos años de los peligros de la extrema derecha o del populismo nacionalista para nuestras democracias. Sin embargo, ahora descubrimos que las instituciones más sensibles de nuestra sociedad están colonizadas por activistas de extrema izquierda siempre dispuestos a apoyar a cualquiera que atente contra el orden liberal, sea Putin o Hamás.
En ese ambiente de miseria ética e intelectual es obligado reconocer la claridad moral del presidente de EE.UU., Joe Biden, que a sus 81 años ha sido ejemplar a la hora de diferenciar a víctimas de verdugos y a demócratas de autócratas. Lástima que la izquierda liberal y democrática empiece a parecer, tanto en EE.UU. como en España, una reliquia del pasado defendida por octogenarios.