Luis Ventoso-ABC

  • Y así será mientras no exista una gran televisión de derechas

Se habrán fijado. Desde hace unos quince días los bochornosos enredos económicos del Rey Juan Carlos han desaparecido de las preocupaciones de los españoles, cuando su situación es prácticamente la misma que en verano, cuando no se hablaba de otra cosa y parecía que se caían los muros del templo. ¿Qué ha pasado? Sánchez necesitaba alguna cortina de humo para camuflar su imperdonable inhibición ante el Covid. Así que aceleró a través de sus medios afines y convirtió al viejo Rey en epicentro absoluto del debate público, hasta el extremo de que forzó lo que de facto es una insólita pena de destierro. Fue una condena sin juicio, inadmisible en un Estado de Derecho como el español, pero casi universalmente aceptada. Pero hoy Juan Carlos I ya no copa la información en bucle continuo, porque ahora el Gobierno impone otro tema: Bárcenas, de sol a sol, sin tregua. La izquierda gobernante marca el orden del día.

El 19 de noviembre de 2019 se conoció la sentencia condenatoria del caso ERE del PSOE, el mayor robo en la historia de la democracia española. Sánchez mantuvo un silencio absoluto durante quince días. Mudo. Cuando por fin habló, se lavó las manos con este argumento: «Yo creo que el Partido Socialista asumió las responsabilidades políticas hace ya tiempo, antes incluso de que hubiese sentencia». Y abur. Cero escándalo público. Varios dirigentes socialistas incluso se lanzaron a ensalzar la extraordinaria bonhomía de ‘Manolo y Pepe’, los presidentes de la trama. Hoy, lidiando también con un caso de corrupción de años atrás, Casado suda acorralado en los medios, llegando incluso a sobreactuar por sus nervios. El argumento que era válido en boca de Sánchez ya no sirve en la suya.

Los españoles no se entretienen leyendo a Proust y escuchando la maravillosa ‘Cuarta Sinfonía’ de Bruckner. Lo que hacen es pegarse unas enormes panzadas de tele (251 minutos al día), y a pesar del crecimiento del ‘streaming’, la mayoría ven las cadenas generalistas. La televisión continúa siendo el agente que más decanta las decisiones electorales, y España presenta una anomalía respecto a otros países occidentales: existen cadenas apologistas de la izquierda, incluida TVE (véase el rótulo de la Princesa de ayer), pero no existe una sola televisión potente con un rol similar desde la derecha. La pluralidad de la prensa desaparece en las televisiones. El resultado de este cuasi monopolio ideológico es que La Moncloa marca sin problemas el guion de lo que importa y lo que no (contando también con la ventaja de que los artistas y la universidad son abrumadoramente ‘progresistas’). Lo curioso es que la ley de la oferta y la demanda indica que hay un gran hueco para quien monte en España una cadena poderosa de derechas. Pero mientras no llegue… Este verano la epidemia comenzará a quedar atrás -en breve habrá varias vacunas más- y además volverá el turismo y recibiremos el maná europeo. La economía repuntará. Con eso, más el dominio de las subvenciones, la tele y el CIS y una derecha a bofetadas, Sánchez Forever.