Cristian Campos-El Español
Dice mi admirado Félix Ovejero, uno de los pocos hombres de izquierdas de este país, por no decir el único, al que hay que leer como si fuera de derechas, que en España queda un espacio político por cubrir y que ese espacio es el de la izquierda antinacionalista. Entiendo que Ovejero utiliza el verbo cubrir en la segunda acepción de la RAE, a la vista de que el PSOE tiene ya más que cubierto ese espacio en la quinta acepción de la RAE.
A la izquierda antinacionalista, que en este país es Félix Ovejero, le ocurre con esto lo que le ocurre a las embarazadas, que ven otras embarazadas por doquier allí donde los demás ni las registramos en el radar. El caso es que yo no estoy embarazado de izquierdismo antinacionalista y por eso soy incapaz de encontrar a mi alrededor a un solo votante de izquierdas que entre Oriol Junqueras e Inés Arrimadas no acabe escogiendo a Arnaldo Otegi.
Yo no soy todavía lo suficientemente viejo como para haber recuperado la esperanza en una izquierda de libres e iguales y por eso no creo que la izquierda realmente existente, perdida en las sandeces de las identidades interseccionales, el feminismo de gulag con pasteles de nata, los tipismos del botijo diferencial y los progresismos regresivos, tenga el más mínimo interés en alienarse el apoyo de los peores de los españoles, que son los nacionalistas periféricos.
Basta con decir, en fin, que el diario de referencia a día de hoy en la Moncloa no es El País sino La Vanguardia y que a Soledad Gallego-Díaz ya le suena en los oídos la cuenta atrás para su sustitución por alguien más del gusto de Pedro Sánchez. Que no quepa la más mínima duda de que el relevo será alguien de fina sensibilidad nacionalista y capaz de tallar exquisitas volutas agrocarlistas con los cuernos.
La izquierda, hoy, es nacionalista a fuer de irracional porque compite en el mismo terreno de juego que el nacionalismo, el de las emociones, y las posibilidades de que algún día deje de serlo se antojan ciencia ficción. Las identidades, las supersticiones y el relativismo son la zona de confort natural de la izquierda y más allá de sus fronteras, como en los mapas antiguos, sólo habitan los monstruos del humanismo y de la ciencia, por los que la izquierda siente una repulsión instintiva.
Al espacio de esa izquierda antinacionalista, racionalista, atea y progresista con la que sueña Ovejero yo lo llamaría «centro» y para ocuparlo inventaría un partido llamado Ciudadanos. Un partido que leyera al mismo Ovejero, pero también a Ha-Joon Chang, a Ayaan Hirsi Ali y a Camille Paglia.
Si a ese centro le añadiéramos un humanismo de raíz cristiana, yo lo llamaría «conservadurismo» y haría que lo ocupara una formación llamada, por ejemplo, Partido Popular. Uno que leyera a G. K. Chesterton, Roger Scruton, Elvira Roca Barea y hasta a Jaron Lanier.
Si a ese conservadurismo le añadiéramos sensibilidad social, es decir trumpismo, yo lo llamaría «derecha populista» y haría que lo ocupara un partido llamado, pongamos por caso, Vox. Uno que leyera a Eric Zemmour, Pierre Manent, Douglas Murray y Niall Ferguson.
Más allá de esos barrios, allí donde habitan los bárbaros, se encuentran las tierras yermas del socialismo nacionalista –llamémoslo socialnacionalismo– ocupadas por la tribu del PSOE. Un poco más lejos, allí donde hace décadas moraba la Sección Femenina de la Falange y se recitaban con devoción las enseñanzas de José Antonio Primo de Rivera, habita Podemos. Y más allá del muro, en las nevadas estepas de la ultraultraultraderecha, tenemos a ERC, JxCAT, Bildu, PNV, la CUP y a los de Mi Villorrio Existe. Sentado a horcajadas en el muro, con medio culo a un lado y medio al otro, el PSC. Ninguno de los citados en este párrafo leen otra cosa que las columnas de Enric Juliana y de Jordi Évole, y así razonan y peroran.
Esa es la España realmente existente.
En cuanto a la izquierda antinacionalista, no existe ni ha existido jamás. De hecho, es dudoso que exista la izquierda a secas. Ojalá una izquierda de Ovejeros. Cientos de miles de Ovejeros. Pero, de nuevo, Astrud. «Hay un hombre en España…». Uno solo. El resto sólo hablan y hablan y hablan. Pero llega el día de las elecciones y votan PSOE porque mejor Otegi que Arrimadas.