Reflexiones y poemas en la tradición de la izquierda democrática por defender la España cívica, crisol de etnias, frente al sentimentalismo secesionista y su compañero de viaje, el pensamiento anarquista confederalista.
Frente a la deriva anarco-cantonalista del PSOE de Zapatero, convendrá ir recordando cómo la mejor tradición de la izquierda democrática española, de la izquierda ilustrada, ha defendido siempre la idea de una España plural pero unida por la Historia �que no por las mitologías de los nacionalismos- y sobre todo unida por la Constitución que convierte los individuos en ciudadanos.
Más allá de las diversas etnias que constituyeron España, y que hoy conforman un crisol producto del mestizaje, la Ilustración nos dio el bien más preciado, la �Pepa�, la constitución de 1812 que supuso el bautizo de la democracia y de la modernidad en España, es decir, el nacimiento de la nación española. Aburre explicar una vez más que el concepto ilustrado de nación es el cívico, que marca la pertenencia a una nación por tener común una misma Ley que hace posible la ciudadanía, y no el étnico que fundamenta la pertenencia a una nación en retrógradas ideas como las de la etnia y sus tentáculos, la cultura, la lengua, la raza o la religión.
Por eso las corrientes históricas de la izquierda española, fundamentalmente la izquierda liberal-progresista, la izquierda republicana y la izquierda socialdemócrata siempre defendieron la realidad española y el proyecto plural pero único para España. Sólo el anarquismo y su extravagante idea de una España confederal y de libre asociación o segregación -¿por qué se repiten ahora estas mismas cantinelas?- desentonaba en el concierto de la izquierda. Ese mismo izquierdismo anarquista que cubrió de sangre con sus atentados terroristas las calles españolas en la segunda mitad del siglo XIX y en la primera del XX, y que se suicidó políticamente y asesinó políticamente a España con su deriva antidemocrática e insurreccional durante la Segunda República y la Guerra Civil.
Pero no es mi intención ilustrar la defensa del concepto de España desde la izquierda democrática española durante los dos últimos siglos, porque ahí están los discursos de políticos como Pablo Iglesias, Francisco Giner de los Ríos, Manuel Azaña, Fernando de los Ríos, Julián Besteiro, Indalecio Prieto y tantos otros, que evitan toda reiteración. Sólo la dialéctica de una dictadura de cuarenta años basada en el nacionalismo español más reaccionario, y la semilla del anarquismo español aparentemente desaparecido tras la Guerra Civil, han podido lograr que una parte de la izquierda actual haya tomado un rumbo confederalizante y autodeterminista, defensor del derecho a la diferencia y no del derecho a la igualdad, que es lo que caracteriza a la izquierda. En una palabra, una izquierda reaccionaria.
Cuando ciertos intelectuales, muchos artistas, y el buque insignia mediático-cultural del progresismo español, el grupo PRISA, apoyan y empujan a la izquierda política en esa deriva hacia el abismo anarco-cantonalista, resulta ilustrativo, paradigmático y reconfortante recordar cómo lo mejor de la intelectualidad y de las artes de la izquierda española defendieron con pasión, coherentemente con su pensamiento progresista, la idea de España.
¡Cuánto tendrían que aprender esos progres de salón y esos artistas de barricada si leyeran, por decir algo, lo que escribían los gigantes de la poesía española del siglo XX, todos profunda y radicalmente situados ideológicamente en la izquierda! Por ejemplo, lo que decía Federico García Lorca:
Podríamos hacer un mapa melódico de España y notaríamos en él una fusión entre las regiones, un cambio de sangres y jugos que veríamos alternar en las sístoles y diástoles de las estaciones del año. Veríamos claro el esqueleto de aire irrompible que une las regiones de la Península, esqueleto en vilo sobre la lluvia, con sensibilidad descubierta de molusco, para recoger en un centro a la menor invasión de otro mundo, y volver a manar fuera de peligro, la viejísima y compleja sustancia de España.
O Miguel Hernández:
MADRE ESPAÑA
Abrazado a tu cuerpo como el tronco a su tierra,
Con todas las raíces y todos los corajes,
¿quién me separará, me arrancará de ti, madre?
Abrazado a tu vientre, ¿quién me lo quitará,
Si su fondo titánico da principio a mi carne?
Abrazado a tu vientre, que es mi perpetua casa, ¡nadie!
Madre: abismo de siempre, tierra de siempre; entrañas
Donde desembocado se unen todas las sangres;
Donde todos los huesos caídos se levantan;
Madre.
O Blas de Otero:
ESPAÑA
Patria de piedra y sol y líneas
de lluvia liviana
(orvallo, sirimiri, de Galicia,
Asturias, Vascongadas:
mi imborrable lluvia en cursiva),
desesperada España,
camisa limpia de mi esperanza
y mi palabra viva, estéril,
paridora, rama agraz
y raíz del pueblo:
sola y soterraña
y decisiva
patria.
O Antonio Machado:
ESPAÑA QUIERE SURGIR
¡Oh, tú, Azorín, escucha:
España quiere surgir, brotar,
toda una España empieza!
¿Y ha de helarse en la España que se muere?
¿Ha de ahogarse en la España que bosteza?
Para salvar la nueva epifanía
Hay que acudir, ya es hora,
Con el hacha y el fuego al nuevo día.
La izquierda, la izquierda democrática e ilustrada, en lo político y en lo cultural, siempre defendió -desde que nació hace doscientos años- el concepto cívico de nación española como �res pública�, como bien común de todos sus ciudadanos, independientemente de su etnia, raza, religión, lengua o cultura, porque precisamente la unidad política es garantía de igualdad ante la ley de la rica pluralidad étnica, racial, religiosa, lingüística y cultural.
Porque el derecho a la igualdad y la igualdad de derechos son la seña de identidad de la izquierda, la izquierda siempre ha estado por España. La izquierda, la izquierda democrática, debe estar por España.
Patxi Arroeta, La Vasconia de las Luces, 30/9/2003