La particularidad es que tras aquella declaración, el delegado del Gobierno (de Rajoy) pidió la documentación de la sesión. Nadie hizo nada pese a que en Asturias la única lengua oficial es, de momento, el español. Al poco, el alcalde García publicó en bable una ordenanza «pal uso de la Llingua asturiana». Tampoco tuvo consecuencias pese a que fue invalidada por el Tribunal Superior de Justicia de Asturias (TSJA).
Quizás la pretensión de cooficializar el bable pasaría desapercibida de no haberse producido el 1 de octubre, cuando el identitarismo (el nacionalismo lo es) terminó de resquebrajar la sociedad catalana. Un auge, el de los nacionalismos y las reclamaciones identitarias, que se extremaron en paralelo a la crisis económica. Según el psicólogo clínico Jordan B. Peterson, las identidades se han convertido en los últimos 10 años en el principal argumento de la izquierda tras el fracaso de la lucha de clases. Por eso, lo que pasa en Bimenes y otros municipios asturianos podía parecer pintoresco si no ejemplificara la deriva identitaria de la izquierda, con ejemplos recurrentes en la Comunidad Valenciana, Baleares…
Desde que, en una consulta interna, el PSOE se pronunciara a favor (con el 52% –38 militantes– de los votos) de cambiar su posición respecto a la política lingüística, la oficialidad podría contar por primera vez con un respaldo mayoritario en el Parlamento de Asturias, pese a que la resolución tendrá que esperar a la retirada del presidente Javier Fernández, que siempre se ha mostrado contrario.
El PSOE asturiano no es una excepción en el partido. En junio, con el apoyo de Podemos, Javier Lambán publicó la Ley de actualización de los derechos históricos, en la que se afirmaba que «Aragón es una nacionalidad con más de 12 siglos de Historia», además de marcarse como objetivo «afirmar y proteger la identidad aragonesa [de la que también figura el chapurriau, otra supuesta lengua]».
La reivindicación de la cooficialidad del bable (o del chapurriau) no es nueva. Durante la redacción de la Constitución algunos la defendieron después de que se aprobara la oficialidad del gallego, el catalán y el vascuence. «¿Y por qué no cooficializar también el bable, el panocho (Murcia), el aranés (Valle de Arán), el chapurriau y el fragatino (las dos últimas, propias de la franja oriental de Aragón)?», dijeron algunos de los ponentes. En aquella ocasión, Fraga declaró con mucha sorna que no se podía aprobar la enmienda correspondiente. «Ni siquiera el fragatino contaría con mi apoyo». Entonces no se contó con el tamazight, dialecto rifeño por el que también pugna la asociación musulmana de Melilla. O el montañés, el castúo, el leonés, el valenciano, el balear… Hasta ese supuesto andaluz que pretende escribirse fonéticamente.
Andoni Unzalu, ex asesor de Patxi López durante la legislatura en la que el socialista ocupó la Lehendakaritza, acaba de publicar Ideas o Creencias. Conversaciones con un nacionalista. Para Unzalu, la esencia de la identidad es la unicidad. «Y en esa metáfora de identidad nacional habitan personas reales, con identidades únicas a las que no pueden renunciar». Unzalu, euskaldún, es un crítico de la imposición de cualquier idioma. En su caso el vascuence. «Por ejemplo, sólo lo conoce el 33%. Luego el 70% de la población está excluida del acceso al funcionariado. Esto debería alarmarnos a todos porque significa expulsar a todos los que no saben euskera. La torre de Babel fue un castigo de Dios, no una riqueza cultural».
El alcalde García no comprende las reticencias que despierta ahora la cooficialidad del bable. [«Ye un derechu»]. Tampoco lo entiende Xosé Antón González Riaño, presidente de la Academia de la Llingua, que muestra orgulloso la gramática, el diccionario y hasta una versión de Solo ante el peligro doblada al bable. «Para nosotros, no es una cuestión política. La lengua es la expresión de una cultura». Como si Clarín, uno de los mejores escritores en castellano, no fuera expresión de la cultura asturiana.
Para plantear la reforma del Estatuto de autonomía necesaria para incluir el bable hacen falta 27 escaños y alrededor de 70 millones de euros, un exceso considerando que el 70% de los padres quiere que el español siga siendo el idioma vehicular y que sólo lo habla el 10% de los asturianos. De momento, la postura de Foro Asturias, el partido regionalista que fundó Francisco Álvarez-Cascos, es poco clara.
Unzalu, que comienza a ser una rara avis en el socialismo, cree que el idioma es en realidad un arma de exclusión que confina y veta a los que difieren de esa identidad cultural de la que, como indica el presidente de la Academia de la Llingua, es expresión la lengua. «En realidad se trata de la consecuencia del pensamiento posmoderno que trata de imponer la identidad (colectiva y uniforme) a la ciudadanía (que es más liberal). Es la recuperación de la tribu. Pero no sólo pasa con el idioma. En general la sociedad se está tribalizando porque el progreso es una traición a la tradición». En este caso, no se enseña asturiano. Se enseña a ser asturiano.
En 2009, el PP ya presentó una proposición no de ley para consolidar la enseñanza del asturiano como optativa en los colegios de la región. Según la formación, se trataba de garantizar la Ley de uso y promoción del asturiano, que la propia formación aprobó en 1998 a cambio del apoyo del Partíu Asturianista. «En el curso de mi hijo sólo hay apuntados dos chicos», dice la madre de un niño de 15 años. «Yo prefiero que estudien Cultura Asturiana (temario: La Vida en los Castros, Arte Asturiano y Juegos y Oficios Tradicionales de la Región)», dice otra.
Gustavo Bueno Sánchez (hijo de Gustavo Bueno) recuerda bien la dura pugna que mantuvo su padre a principios de los 80. «Aunque la ambición es anterior a la muerte de Franco, cuando los miembros del Conceyu Bable ya se entretenían discutiendo sobre cómo titular la traducción al bable de El Principito de Antoine de Saint-Exupéry. ¿El Príncipitu o el Principín?». Su padre había fundado Amigos de los Bables. «Solía decir que los bables tenían un lenguaje rural muy rico para designar los aperos de labranza, pero que en un lenguaje propio de la civilización, pues dicen lespesetes. Vulgarismos». Bueno se había enfrentado a los partidarios de la cooficialidad porque había frenado la Ley articulada del bable. También la unificación de los bables en el asturiano. «Es un idioma que no existe. Hay bables, una palabra que inventó Jovellanos, que quiere decir fabla, el habla. Son idiomas románicos, proceden del latín que se hablaba en los valles asturianos. Quieren coger todos los bables y hacer una lengua común para presentarla como asturiano. Es como si cogiéramos todos los quesos asturianos e hiciéramos un único pastel: el queso de Asturias».
Félix Fernández de Castro, profesor de la Universidad de Oviedo, critica la argumentación oficialista. «Por un lado, justifican el cambio de estatus legal afirmando que el asturiano es una lengua amenazada y con un número de hablantes peligrosamente decreciente –por lo que necesita protección–, y unos minutos más tarde afirman sin rubor que en realidad el asturiano lo habla o lo entiende el 80% de la población».
Y sentencia: «Los asturianos compartimos ya una lengua, el español, que además hablan 500 millones de personas. El asturiano que están cultivando no es de alcance general. El castellano nos une, entre nosotros y con los demás. Convertir el asturiano en lengua oficial sólo nos separa y nos aísla, entre nosotros y de los demás, y abre el paso a una sociedad cerrada y políticamente fiscalizable en todos sus niveles de actuación».
Lo peor es que Vizcaíno Casas ya preconizó en Las Autonosuyas (1983) que en España se llegaría a esto. El nuevo debate es viejo.