José I. Torreblanca- El País
¿Desde qué bandera se pide la tregua con la estelada?: ¿la constitucional?, ¿la republicana?, ¿desde ninguna?
España no tiene quien le escriba, dijo Josep Borrell en Barcelona. Siendo cierto el lamento, lo es solo en parte. Porque quien no escribe a España es, desde hace tiempo, la izquierda. Con funestas consecuencias que todos sufrimos.
Los independentistas sí que lo hacen, y con toda rotundidad: vean esa España casposa-castiza, paleta-pobre y opresora que representa el imaginario independentista, de la que por el bien de todos y cuanto antes hay que separarse. También escribe a España la derecha, dibujando una potente nación, orgullosa de una lengua global, toneladas de historia y éxito económico. Para colmo, en las últimas semanas se ha desgajado de esta última una parte (no sabemos todavía cómo de importante) que ha acudido en busca de una extrema derecha antes irrelevante pero que hoy ofrece, al calor de la inflamación de los sentimientos, un relato de odio, agravio y humillación simétrico al emitido desde Cataluña por el independentismo.
¿Y qué hace mientras tanto una parte importante de la izquierda? Sacar una bandera blanca. Blanca de mediación, de tregua, sí, lo que puede estar muy bien. Pero, ¿desde qué bandera se pide la tregua con la estelada?: ¿la constitucional? ¿la republicana? ¿desde ninguna? Esa bandera blanca es, en realidad, un negro augurio, pues muestra cuánta gente de bien no considera la Constitución de 1978, la mejor de nuestra historia, la patria común de los españoles que merece preservar.
¿Se imaginan el poderoso efecto que hubiera generado un Madrid lleno de senyeras? El mensaje de diálogo hubiera sido el mismo. Pero tan desconcertante para los independentistas como lleno de apoyo a los catalanes que quieren seguir viviendo, y mejorando, el régimen de autogobierno más profundo que nunca han conocido. Pedro Sánchez, que comenzó su mandato con una inmensa bandera de España, renunció a acudir a la manifestación del domingo: ni con la bandera europea ni con la española ni con la senyera ni con las tres (que son las tres oficiales en Cataluña), ni con la blanca ni con ninguna. El mensaje de ese vacío fue tan tremendo que muchos se dieron cuenta de que era hora, ¡por fin!, de poner fin a la incomparecencia del partido que otrora mejor representó las aspiraciones democráticas de millones de españoles.