EL PAÍS (Publicado 20:43, 01/07) – FERNANDO SAVATER
· El final de la actividad criminal se debió a quienes resistieron cívicamente y a los que persiguieron y castigaron a los terroristas.
¿Por qué ha cesado ETA en sus acciones violentas, aunque todavía remolonee en entregar las armas y admitir su disolución? Algunos, interesadamente, tratan de vender esta renuncia forzosa como una madura decisión de los terroristas y sus servicios auxiliares a favor de las vías políticas, cuyo normal ejercicio democrático han impedido tantos años.
Reconocen a petición de parte el daño causado, en lo cual podemos creerles sin esfuerzo porque causarlo era precisamente el objetivo de sus fechorías. Pero no se arrepienten de ellas porque respondieron a una necesidad revolucionaria, según su visión histórica de la Transición y la democracia española elogiada en su día por Pablo Iglesias, que siguen manteniendo y pretenden convertir en crónica oficial de lo sucedido. Ahora toca continuar la guerra por otros medios según enseñó el clásico.
La verdad sin embargo es que el final de la actividad criminal se debió a quienes resistieron cívicamente y a los que persiguieron y castigaron a los terroristas. Si todos hubiéramos sido como los predicadores del diálogo, hoy Otegi estaría ya a punto de jubilarse como lehendakari en vez de aspirar al cargo. Para acabar con la violencia fue decisiva, junto a la actuación de la Guardia Civil y otras fuerzas policiales, la de magistrados como la juez francesa Laurence Le Vert, que ahora se jubila tras veintiséis años de lucha legal implacable contra ETA.
Fue discreta en lo personal, lo contrario de una figura mediática y glamurosa, pero supo más que nadie del entramado de la banda que estudió con severidad minuciosa. Sobre todo nunca se equivocó sobre su verdadera calaña, la de grupo mafioso que combatía contra las instituciones democráticas, no una romántica guerrilla de liberación. Ella sí que ha sido una mujer de paz, que merece gratitud y homenaje.