Tonia Etxarri-El Correo

Hubo partido hasta el último minuto. Y todos los implicados en la negociación sobre el próximo Gobierno de Andalucía, al final, salen ganando. PP y Ciudadanos porque al mantener íntegro su acuerdo de las 90 medidas se han blindado frente al fantasma de la dependencia de Vox. Y el propio partido de Santiago Abascal también obtiene jugosas ventajas. Porque ha mantenido la tensión hasta el final convirtiéndose en la pieza imprescindible de la gobernabilidad, colgándose la medalla de que, gracias a ellos, el cambio en Andalucía será posible. Por España, un paso atrás en sus exigencias. Por Andalucía, un paso adelante para facilitar el gobierno alternativo.

Han renunciado a sus propuestas más polémicas, al plan de derogar la Ley contra la violencia de género, entre otras cosas. Pero no tendrán que explicar a sus 400.000 votantes que, por sentido de Estado, han preferido ser pragmáticos. Por mucho que algunos les acusen de haberse vendido al mejor postor. O que los más desconfiados quieran ver unas compensaciones en la trastienda. Porque se ha impuesto la ‘real politik’ después de unos días de intensa campaña publicitaria. La jugada les ha salido redonda. Los medios les hemos hecho la propaganda electoral durante las últimas semanas. Tan pendientes del ‘tercer invitado’. Ése que se sentaba a la mesa del PP pero del que se alejaba Ciudadanos.

El futuro de Andalucía, dependía de Vox. Las alianzas resultantes iban a marcar una tendencia de cambio en el resto del país. La alternativa al «cortijo» del PSOE durante 36 años, pasaba por Vox. El partido de Rivera, tan presionado por la izquierda, por Manuel Valls y ¡hasta por el Gobierno de Macron! no quería que sus seguidores pudieran pensar que iba a compincharse con la extrema derecha. Al final, no ha hecho falta. La presión del PP, negociando con Vox, ha hecho los restos. Las 90 medidas del acuerdo blindado entre PP y Ciudadanos se mantiene inalterable. Y Vox apoyará al candidato popular, Moreno Bonilla, para que presida la próxima Junta de Andalucía, junto a Ciudadanos, cumpliendo el compromiso ante sus electores de facilitar el cambio en la comunidad autónoma.

Con la renuncia a sus propuestas más polémicas (la supresión de la ley de violencia de género, la ley LGTBI y la ley de igualdad) se neutralizan los argumentos de quienes sostenían que el PP y C’s se iban a echar en brazos de la extrema derecha, cediendo a sus pretensiones. Puestos a ceder, quien ha reculado ha sido el partido de Santi Abascal. Porque ha sabido leer la situación de su propio partido. Si la alternativa a los 36 años de gobierno socialista en Andalucía no se producía por su culpa, difícilmente lo entenderían sus electores en el resto de España, en las próximas convocatorias en las urnas.

Han mantenido el perfil de exigentes maximalistas hasta el último minuto. Todo el país sabe, gracias a esta campaña que han protagonizado estas semanas, cuáles son sus pretensiones. Pero han querido demostrar que son capaces de transigir. Si hubieran mantenido sus propuestas maximalistas, además de algunas estrambóticas, habrían quedado como una fuerza política radical pero inoperante. Y Vox quiere mostrarse como una opción radical de derecha, desde luego, pero influyente. Y ésa es la baza que ha ganado en este interregno negociador en el que ha sido necesario tres intensas rondas de contraste de pareceres. Apoyar al gobierno del PP y Ciudadanos controlándolos desde fuera. Sin Vox no habría sido posible una Junta de Andalucía del cambio. Así se escribirá la Historia.