PEDRO CHACÓN-EL CORREO

Creo que a nadie le cabrá la más mínima duda, visto lo visto este jueves, que entramos desde ahora mismo en periodo preelectoral en España. Lo que el PNV se barruntaba con el auge de Vox en Castilla y León se ha confirmado por otra vía. A partir de ahora Pedro Sánchez prescindirá de toda su política más arriesgada (léase favorable a los nacionalismos), porque sabe que tiene al alcance de la mano todo el centro político. Solo queda decidir la fecha electoral, en función de que el PP pueda ir a peor todavía, aunque eso se presume difícil.

Todo esto pasa porque el Partido Popular no calibró el riesgo que corría dándole todo el poder a unos chicos que aprendieron lo que saben en esa escuela de conspiradores y navajeros políticos llamada Nuevas Generaciones. La trayectoria de un personaje como Ángel Carromero, metido en todos los charcos, incluido el que ahora nos ocupa, lo ilustra todo.

Acostumbrados a desenvolverse con una falta absoluta de responsabilidad, se veía venir el espectáculo lamentable que nos han ofrecido. Sabíamos que harían algo así antes o después, sobre todo desde que Isabel Díaz Ayuso acumuló un capitalazo político como pocas veces se ha visto, con proyección nacional evidente, tras arrasar en las autonómicas de Madrid. Y ha sido el fiasco de las elecciones de Castilla y León el que ha desencadenado todo.

La conferencia de prensa de Teodoro García Egea, con Pablo Casado tras las bambalinas, han sido quince minutos que se pasarán en las clases de comunicación audiovisual. Primero echa la basura: «en septiembre del año pasado el Partido Popular recibió información sobre un supuesto cobro de comisiones relativo a un contrato sanitario de la Comunidad de Madrid en beneficio del entorno de Isabel Díaz Ayuso». Y dice que eso también lo sabían los partidos de la oposición y algunos medios. ¿Y cómo se explica que una cuestión tan definitiva no saliera antes a la luz pública?

Y a continuación añade: «Muchos se preguntan ahora mismo si este asunto guarda relación con las diferencias entre la dirección nacional e Isabel Díaz Ayuso respecto a la fecha de celebración del Congreso del PP de Madrid y la respuesta es que sí». Y a quién le importa eso ahora. Aquí la clave era tumbar como fuera a la rival política y para ello sospechar sin pruebas y encima pedirle a la sospechosa que las dé. Que sea la acusada, no los acusadores, la que pruebe su delito.

Esta implosión afecta a uno de los dos principales partidos políticos de la democracia en España, con consecuencias múltiples y todavía impredecibles. El PP nacional no cuenta con un comité de prestigio, que tome ahora mismo las riendas y dirima la exigencia de responsabilidades. Con un Rajoy que nunca quiso líos y un Aznar que mejor que se quede quieto, el PP entra en caída libre.