Bieito Rubido-El Debate
  • Ahora resulta que están más legitimados para hacer política tipos como Otegui o Merche Aizpurua, uno, terrorista confeso, y la otra, desdeñable colaboradora de un grupo de asesinos. Incluso le adjudican gran impronta democrática a Puigdemont, un tipo huido de la Justicia tras propiciar un golpe de Estado

Ya es grave equivocarse con los amigos, pero es mucho peor hacerlo con los enemigos. En esto último están empeñados muchos españoles, alentados por la brunette mediática de la izquierda o equipo de opinión sincronizada, en expresión actual y feliz de Carlos Herrera. Ahora resulta que el problema de España es una posible alianza entre PP y Vox. Dos partidos perfectamente democráticos, que suman once millones de votos entre los dos y que cuentan con toda la legitimidad para plantearse cualquier proyecto de futuro juntos. Incluso juntos pero no revueltos. O separados y arruinados. Me vale cualquier alternativa para tratar de explicar la importancia que la libertad posee en estos momentos de la historia de nuestra nación y evidenciar la incultura y el sectarismo político que acompaña a algunos.

Ahora resulta que están más legitimados para hacer política y aspirar a gobernar tipos como Otegui o Merche Aizpurua, uno, terrorista confeso, y la otra, desdeñable colaboradora de un grupo de asesinos. Incluso le adjudican gran impronta democrática a Puigdemont, un tipo huido de la Justicia tras propiciar un golpe de Estado. Por no hablar de partidos como PNV o Esquerra, que presumen de su objetivo primordial: destruir España. Qué decir de los restos del comunismo, la ideología más cruel que se ha llevado por delante la vida de más de cien millones de personas. Un comunismo que no sabe si se llama Sumar, Podemos o Izquierda Unida.

En eso nos encontramos ahora mismo; para las terminales mediáticas que arropan al menguante PSOE, el problema de España es una posible alianza entre PP y Vox. A nada que uno aplique un ápice de sentido común frente a la impostura de una izquierda antidemocrática que no acepta a Vox la náusea se viene a la boca. Es más legítimo plantear destruir España —la nación más antigua de Europa— que plantear la supresión de las autonomías. A mí personalmente no me gusta ninguna de las dos, pero la segunda encaja más en un civilizado proceso de propuestas de reformas posibles que el ansia destructiva y de odio de los hijos de los terroristas y de los golpistas catalanes.

Conviene llamar a las cosas por su nombre. Cuando se pervierten las palabras se derrota el sentido común y la condición humana. La estupidez es probablemente el mayor enemigo de la humanidad. Si a ello se le une la crueldad imperante en algunos personajes del escenario político actual, la situación se torna de emergencia. Europa, siempre lenta, acaba de dibujar un paisaje dantesco sobre nuestro Estado de derecho. Nuestro problema puede ser insoluble, pero será porque nos hemos empeñado los propios españoles en suicidarnos. Todavía queda la esperanza de que el revolucionario sentido común se imponga sobre la cicatera ceguera de algunos y no nos equivoquemos de amigos, pero sobre todo de enemigos.