La letal ludopatía de Sánchez

Juan Carlos Girauta-ABC

  • Con tal bagaje te comerá como un pececillo cualquier mandatario que posea más sentido de la realidad

Como una Antonida Vasílevna en pleno secuestro emocional, Sánchez siempre dobla la apuesta. A diferencia del personaje de Dostoievski, no se detendrá. Mientras acumula pérdidas, se dice que con una buena mano bastará. Solo hay que arriesgar más en la próxima y jugarlo a una suerte improbable. ¡El Sahara!

Cualquier otro adicto al juego tiene por límite su patrimonio. Una vez arruinado, sin crédito en ningún casino, su pasión se sosiega a la fuerza; una pulsión le empujó a perderlo todo y lo ha logrado. Pero nuestro ludópata no encaja en el perfil porque este juego no tiene reglas, o son tan complejas que nunca llegan a entenderse del todo. Sin embargo, él cree firmemente en su modelo, forjado en

la política doméstica, porque siempre le ha funcionado. Con tal bagaje te comerá como un pececillo cualquier mandatario que posea más sentido de la realidad. Mohamed VI excede ampliamente el de Sánchez y persigue fichas valiosas que nuestro jugador exhibe sin recato. Otro problema: Sánchez se apuesta nuestros intereses nacionales, nuestro erario y nuestro futuro. De ese grifo, aparentemente inagotable, tira y seguirá tirando.

En materia financiera, ha actuado como si el Banco Central Europeo fuera a seguir comprando eternamente nuestra deuda pública, un sueño con temprana fecha de caducidad en este contexto inflacionario. Para nosotros estanflacionario. En materia geopolítica, está dando palos de ciego. Aun aceptando que una era de incertidumbre como esta requiere de estratégicas emergentes -las que se van conformando sobre la marcha sin apego a planificaciones estrictas a largo plazo-, un gobernante debe conocer sus objetivos. Y estos no se pueden confundir con los propios, que en Sánchez son la mera permanencia en el poder. Está persuadido, no sin razón, de que siempre podrá responsabilizar a otros de sus culpas. A fin de cuentas eso viene haciendo con recursos tan endebles como el espantajo de la extrema derecha. Y con la clientelización de los medios.

De este último se está valiendo ahora -forzando a vejatorios ejercicios de servilismo a sus paniaguados- para vender su viraje sobre el Sahara. He aquí los argumentos principales que difunden sus voceros: Sánchez ha puesto fin a los contenciosos con Marruecos; Argelia lo sabía y podemos contar con su aquiescencia; la nueva situación nos coloca en una posición de ventaja formidable al convertirnos en el único paso fiable de gas una vez los inconvenientes de la dependencia Rusa han sido admitidos por Europa.

Para que todo eso fuera cierto se tendrían que dar estas condiciones: que Argelia no estuviera colocándose en la esfera de influencia rusa; que Francia cambie radicalmente su política de bloqueo sistemático a los gaseoductos que pasan por España; que Mohamed VI renuncie a Ceuta y Melilla. Las dos primeras condiciones parecen muy lejos de cumplirse. La tercera no se cumplirá nunca.