Ignacio Camacho-ABC

  • El liderazgo caduca cuando un dirigente no tiene nada que ofrecer a los ciudadanos salvo su propia permanencia en el cargo

Cuando la única expectativa de un nuevo curso político consiste en saber si el Gobierno logrará completarlo es que ya ha empezado de hecho el final de ese mandato. Lo cual no significa que el presidente no pueda aguantar este año, o más allá, sino que su liderazgo ha caducado porque ya no tiene nada que ofrecer a los ciudadanos salvo su propia permanencia en el cargo. Es decir, que ha tomado a las instituciones como rehenes de un proyecto personal amenazado de desplome inmediato y sin otro horizonte que el de arañar unas cuantas hojas más al calendario. Un Parlamento bloqueado y un Ejecutivo sin más respaldo que el de una coalición negativa para cerrar el paso a la alternancia no constituyen una legislatura sino un fraude democrático.

Es bastante probable, sin embargo, que Sánchez resista como mínimo hasta la primavera, sostenido mal que bien por unos socios dispuestos a exprimir las últimas gotas de su voluntad de resistencia y precariamente cohesionados por el interés común de impedir el presentido triunfo de la derecha. Tal vez hasta logre a duras penas alcanzar la orilla del otoño de 2026, una fecha a partir de la que el adelanto electoral podría considerarse una mera cuestión técnica. Lo que no hará es gobernar, empeño imposible en las condiciones que enfrenta; tendrá que limitarse a estirar su estancia en el poder contra el viento del creciente rechazo popular y la marea de las encuestas adversas. Como un combatiente sitiado en una trinchera.

Pero eso no es un líder ni un Gobierno. Es un dirigente desprestigiado que ni siquiera se atreve a acercarse a las víctimas de unos terribles incendios por miedo a que lo reciban con denuestos, y es un equipo inútil cuyo jefe humilla a sus miembros usándolos como parapeto ante una opinión pública en manifiesto estado de cabreo. No hay gestión ordinaria por falta de Presupuestos –si tampoco se aprueban los del próximo ejercicio sería un triste récord– ni posibilidad de legislar como no sea a base de decretos para eludir derrotas en el Congreso. Sólo la maquinaria de recaudar impuestos funciona a pleno rendimiento, y está a punto de ser troceada como precio de unos meses más en el empleo.

Aun así, el sanchismo afronta un elemento de riesgo fuera de su control, y no reside en la oposición ni en la calle. Se trata del recorrido procesal de los asuntos penales que afectan a la cúpula del Partido Socialista, al círculo pretoriano de su líder y a sus más cercanos familiares. Las pesquisas de la UCO siguen adelante y existe la sensación (informada) de que pronto arrojarán relevantes novedades ante las que la nomenclatura oficial no tendrá modo de mirar hacia otra parte. Los principios de la ley de la gravedad se cumplen también en política con fuerza inexorable. Aunque al formularlos Newton no tuviese en cuenta el factor de aceleración que puede suponer el trabajo de los tribunales.