Antonio Casado-El Confidencial
- La ministra Irene Montero es un decimal en la anchura de un problema que interpela a los tres poderes del Estado
La ministra de Igualdad se ha convertido en el pimpampum del culebrón. Y tampoco es eso. Irene Montero solo es un decimal en la anchura de un problema que retrata el mal funcionamiento de los tres poderes del Estado. El Ejecutivo, por las prisas y a golpe de soflama. El Legislativo, por la desidia. Y el Judicial, por ceñirse más a la letra que al espíritu de la Ley de Libertad Sexual vigente desde hace mes y medio.
En vez de revisar el texto tal y como aparece en el BOE, el Gobierno, por boca del presidente, Pedro Sánchez, se encomienda al Tribunal Supremo. Que fije criterios de aplicación a la vista de los recursos que van a acumularse en la sala de lo penal. Unos presentados por los defensores de los ya condenados, para que les rebajen la pena, y otros de los letrados de las víctimas para anular las rebajas que ya se han producido.
Se hace imposible enfocar los ruidos del debate bajo una luz distinta a la del cortoplacista interés de Sánchez por mantenerse en la Moncloa
Estos últimos se han convertido en piedra de escándalo. Por una cascada de condenas revisadas a la baja, a la luz de los últimos retoques al Código Penal. A causa de esos retoques, forjados en el regazo doctrinal del gesticulante feminismo de Podemos, se ha creado un asfixiante grado de politización en su peor sentido. El que cursa en mero choque de intereses partidistas, no el que ve en la política una herramienta para responder una demanda de la sociedad, como es la necesidad de proteger a las mujeres de los delincuentes sexuales.
Por desgracia, la accidentada aplicación de la ley del sí es sí está sacando lo peor de la política. Se hace imposible enfocar los ruidos del debate bajo una luz distinta a la del cortoplacista interés de Sánchez por mantenerse en la Moncloa. Y si no estuviera en deuda con esta clase de socios (pacto de coalición), una ley de este calibre no hubiera caído en manos de una doctrinaria como Irene Montero, que se tiene por la más excelsa y más combativa feminista del mundo mundial, con licencia para decirle a los jueces cómo han de hacer su trabajo.
De haber caído el anteproyecto en la parte socialista del Gobierno, que cuenta con tres jueces en el Consejo de ministros (Marlaska, Llop y Robles) no se habría fletado un texto legal tan deficiente en técnica jurídica, según los expertos. Y ahora el presidente, a su regreso de Corea, no estaría viendo en el horizonte la nube negra de una coalición que amenaza ruina.
El presidente del Gobierno verá ante sí la nube negra de una coalición PSOE-Unidas Podemos que amenaza ruina
Me explico: el culebrón por la ley del sí es sí agrava el enfrentamiento con sus socios, y el de sus socios entre sí mismos. Aquí los números mandan. Pedro Sánchez está condenado a sumar lo suficiente por la izquierda si quiere seguir en Moncloa. Pero esa parte del espectro electoral es un mar interior de aguas turbulentas, un tablero zarandeado por la colisión de dos facciones: por un lado, el aún impreciso movimiento que lidera o quiere liderar Yolanda Díaz. Por otro, Podemos.
Véase la última vomitona del líder fáctico de este partido, Iglesias Turrión, contra la vicepresidenta, por no arropar a una Irene Montero acribillada a derecha e izquierda: «Ponerse de perfil cuando machacan a una compañera es miserable, cobarde y políticamente estúpido». Es la enésima constatación de que la peana populista y plurinacional sobre la que se asienta el poder de Sánchez no es una balsa de aceite.
La peana se tambalea. Ergo, el reto del presidente del Gobierno es apremiante en el año electoral que se avecina. A saber: reparar las fracturas a la izquierda del PSOE y recomponer el frente por la causa común: frenar a la derecha. Si no lo consigue, pista para el artista que responde al nombre de Alberto Núñez Feijóo.