Marta García Aller-El Confidencial
- Por qué iba a perjudicar a las mujeres reconocer el derecho a las personas trans a cambiar de sexo sin pasar por un calvario burocrático y hormonal. Por qué sumar derechos iba a restarlos
El divorcio no acabó con el matrimonio (solo con algunos); ni el matrimonio igualitario fue el fin de la familia; tampoco acabó con el significado de ‘papá’ y ‘mamá’ permitir que las parejas homosexuales adopten niños y se incluya la palabra progenitor como genérico en el Registro Civil. Hay leyes que redefinen conceptos y, si están bien hechas, los completan. Por qué iba a «borrar» a las mujeres reconocer el derecho a las personas trans a cambiar de sexo sin pasar por un calvario burocrático y hormonal. Por qué sumar derechos iba a restarlos.
Como pasa siempre cuando se legislan temas tan complejos, hay muchas dudas que pueden surgir ante la tramitación de la ‘ley trans’, recién aprobada en el Consejo de Ministros. Dudas sobre la edad legal a la que un menor pueda ejercer este derecho, dudas sobre cómo prevenir el fraude de ley y dudas sobre cómo gestionar espacios seguros en los entornos que no los tengan.
Hasta ahora, las personas trans que pasaban a ser consideradas legalmente mujeres, igual que las que querían ser reconocidas como hombres, para cambiar el nombre y el sexo en el DNI, necesitaban presentar informes médicos y años de hormonación. A partir de ahora, les bastará con ser mayores de 16 años para requerirlo por sí mismas. Se busca evitar así la patologización y estigmatización de un proceso de transición ya de por sí enormemente complicado.
Cuesta creer que siendo uno de los colectivos que más discriminación sigue sufriendo y que acumula una mayor exclusión laboral, vaya a haber una avalancha de personas que quieran hacer un uso espurio de esta ley para hacerse pasar por trans sin serlo. Las mujeres trans, que sufren una doble discriminación, pero también los hombres trans, tienen todavía que aguantar mucha incomprensión social como para que sea ningún chollo cambiar legalmente de sexo en su DNI. Tampoco ha sucedido en los países europeos en los que una ley similar ya existe.
Reconocer los derechos de una minoría muy minoritaria y discriminada no tiene por qué restar derechos ni desdibujar a las mujeres
Aun así, para evitar fraude, la nueva ley exige que cualquier persona que modifique su sexo en el Registro Civil deberá esperar seis meses y pasar por un juez para modificarlo de nuevo. El texto también hace mención expresa a que ninguna persona podrá ser beneficiaria con carácter retroactivo de medidas de discriminación positiva recogidas en la ley de Igualdad ni elimina las «obligaciones jurídicas» que la persona tuviera con anterioridad al cambio de sexo. Seguro que habrá quien intente hacer un uso fraudulento que habrá que vigilar, como pasa con tantas otras leyes y derechos.
Como nunca hemos vivido en un país en el que las personas trans vivan en igualdad de condiciones y derechos con el resto, hay muchas situaciones que habrá que ir resolviendo. También en el deporte, donde hace años que se debate si la tasa de testosterona es suficiente filtro para garantizar una competición justa desde la inclusión de las trans en algunos deportes femeninos. Quién puede y quién no competir en el equipo de halterofilia o natación es un debate que tendrán que resolver las diferentes federaciones y comités de competición, pero no parece un argumento para negar este derecho a miles de personas para las que ver su nombre en el DNI es la única medalla a la que aspiran.
De todas las dudas, sin embargo, la del llamado «borrado de las mujeres» es la que me resulta más difícil de entender. Que cualquiera pueda ser una mujer (o un hombre) no nos va a cambiar la vida a los que ya lo somos, sino a las personas trans que por fin tendrán el derecho a que se reconozca su identidad sin pasar años de hormonación y evaluaciones médicas como si fueran alguien enfermo que necesita tutela.
Reconocer los derechos de una minoría muy minoritaria y tremendamente discriminada no tiene por qué restar derechos ni mucho menos desdibujar a las mujeres. Exigirá, es verdad, redefinir algunas estadísticas desagregadas por sexo que se utilizan como herramienta para medir la desigualdad. También habrá que repensar algunas normas y políticas públicas que no siempre han tenido en cuenta a las personas trans. No parece un esfuerzo tan descabellado si eso ayuda a que el mundo sea algo menos injusto para quienes lo han tenido tan difícil hasta para que les llamen por su nombre.