- Yo los animo a que se alejen de ensoñaciones identitarias excluyentes y que se dispongan a arrimar el hombro con el resto de los españoles para continuar haciendo lo que hemos hecho los vascos a lo largo de la historia
Se celebran este domingo en el País Vasco las elecciones autonómicas para configurar el nuevo Gobierno de la comunidad durante el próximo período legislativo.
Una vez más se plantea a los vascos este reto democrático como una suerte de todo o nada en la que no les queda otra alternativa más que optar por opciones soberanistas, dando por sentado que es la única disyuntiva con la que los vascos podrán encarar el futuro sin preocupaciones. Se da la circunstancia de que esta disyuntiva es la única que se ofrece a los vascos desde el comienzo del período democrático, allá por los años 70, hace casi medio siglo.
Recuerdo que, en la década de los 80, ante la posibilidad de que el Partido Socialista de Euskadi pudiera obtener la Presidencia del Gobierno de la comunidad, el candidato por dicha formación, Txiki Benegas, que obtuvo el mayor respaldo en las urnas, prefirió coaligarse con el PNV, cediendo la Presidencia a su candidato, José Antonio Ardanza. El argumento de Txiki Benegas fue que era preferible darle la Presidencia al PNV, a pesar de haber sido él el más votado, para evitar que estos optaran por aliarse con Herri Batasuna y Eusko Alkartasuna, configurando, así, un frente soberanista. En sus palabras, era preferible esta opción para evitar que el PNV «se echara al monte». Otro de los responsables del PSE de la época, Ricardo García Damborenea, repuso que «si ellos tenían la Presidencia ya le darían al PNV el monte». Como las cifras no daban para respaldar su aseveración, el Gobierno final, de coalición, fue presidido por José Antonio Ardanza, del PNV y vicepresidido por Ramón Jáuregui, del PSE, con cinco consejeros de cada formación.
Desde aquellos años hasta nuestras fechas y con una intervención, desgraciadamente muy destacada, del terrorismo de esa organización, que una de las opciones soberanistas que concurren a estas elecciones, EH Bildu, se resiste a denominar como terrorista, es decir la organización terrorista ETA, el soberanismo se ha instalado en la vida política del País Vasco como realidad inexorable de la que los vascos no se pueden evadir.
En esta tesitura, de la que, aparentemente, no se puede escapar, ante la eventualidad de que alguien «se eche al monte», EH Bildu presentó la pasada legislatura una moción en el pleno del Congreso de los Diputados, que fue mayoritariamente rechazada, para conseguir evadir del control de constitucionalidad a cualquier acuerdo legislativo que procediera del Parlamento autonómico del País Vasco.
Argumentaba la formación soberanista, no mucho más soberanista que el Partido Nacionalista Vasco, tampoco nos engañemos, que, en los últimos 10 años, hasta 30 leyes procedentes del Parlamento Vasco habían sido sometidas a recursos de inconstitucionalidad por las Cortes Generales de la nación, habiendo sido muchas de ellas anuladas total o parcialmente. Parece lógico deducir que, si fueron anuladas, lo fueron porque el Tribunal Constitucional constató la existencia de razones de inconstitucionalidad en las leyes recurridas. Es lo que tiene el Estado de derecho y el equilibrio de poderes, el que garantiza nuestra convivencia armónica y pacífica dentro de los márgenes de las leyes que nos hemos dado en el ejercicio de nuestra soberanía.
Y éste es otro argumento que los soberanistas repiten sin cesar para ver si a fuerza de repetirlo acaba convirtiéndose en verdadero, cuando nos hablan de la soberanía del pueblo vasco y su derecho a no ser restringida por las Cortes Generales. En realidad, según el art. 1.2 de la Constitución española, marco de nuestro ordenamiento legal: «La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado». Y es que la soberanía no se compartimenta. La soberanía vasca no existe, como no existe la soberanía murciana, ni la manchega. La soberanía reside en el pueblo español del que los vascos formamos parte. Y es que conviene no jugar semánticamente con conceptos tan fundamentales para la evolución de las sociedades. La soberanía es una cosa y la autonomía otra, que emana, precisamente, de aquella soberanía.
Los vascos del sur de los Pirineos y los navarros por la misma razón, ni más ni menos, nunca dejaremos de ser españoles, porque es lisa y llanamente lo que somos. Somos colaboradores históricos necesarios, junto con castellanos, manchegos, catalanes, gallegos, andaluces, murcianos y resto de pueblos de España de la construcción de este proyecto nacional reconocido e identificado por el conjunto de las naciones del mundo como España. Los soberanistas vascos y también los catalanes dicen estar atados a este Estado, cuando en realidad son, somos, copartícipes de su configuración y constitución, así como de la realidad que conforma en la actualidad.
En el Informe de Seguridad Nacional de 2022 se cita a las organizaciones que denomina como «satélites de ETA» afirmando que canalizan su estrategia en lo que denominan la «batalla por el relato», tratando de imponer su versión sobre la violencia y deslegitimar el Estado de derecho. Sorprendentemente, o no, ninguna referencia a este intento de deslegitimación en el mismo Informe de 2023.
Lo que sí es cierto es que mientras se obstinan en querer hacernos creer que esa visión sectaria y egocéntrica de la realidad nacional en la que están instalados es irrenunciable, las energías de la nación se consumen en el debate cotidiano sobre la armonía entre las diferentes comunidades de España y son, lamentablemente, un obstáculo para el progreso colectivo de nuestra nación, de la que forman parte indisociable.
Yo los animo a que se alejen de ensoñaciones identitarias excluyentes y que se dispongan a arrimar el hombro con el resto de los españoles para continuar haciendo lo que hemos hecho los vascos a lo largo de la historia: aportar lo mejor de nosotros mismos para que esta nación, la España de todos, progrese hacia el futuro, de la manera que sus hijos merecen. De esa manera, promoveremos el respeto a las posiciones, no sólo de los soberanistas vascos, que no son la totalidad de los vascos, sino el respeto a la libertad de todos los vascos.
- Fernando Gutiérrez Díaz de Otazu es senador por Melilla