Isabel San Sebastián-ABC

  • Con Sánchez a los mandos, el lema de Díaz Ayuso expresa perfectamente lo que se dirime el 4 de mayo en Madrid

Antes de Pedro Sánchez, el lema escogido por Isabel Díaz Ayuso como grito de batalla política, «libertad o socialismo», habría sonado a exabrupto democrático. Visto lo visto desde que el hoy secretario general del PSOE se hizo con las riendas del partido y el Gobierno, no se me ocurre forma mejor de expresar lo que se dirime en las elecciones convocadas el cuatro de mayo en la Comunidad de Madrid.

El socialismo actual es incompatible con múltiples valores inherentes a un sistema de libertades, empezando por la verdad. Llegó al poder a lomos de una moción de censura acordada con toda clase de grupos enemigos de la Constitución y de España, pretextando la necesidad urgente de expulsar a un PP ‘condenado por corrupción’ -decía- en una sentencia firmada por un juez manifiestamente parcial, De Prada, a quien ahora exige imponer en el CGPJ. Una sentencia contaminada por un párrafo determinante para los propósitos de Sánchez, que la Audiencia Nacional consideró «valoraciones políticas innecesarias»; es decir, improcedentes. Una vez en La Moncloa, asignó ingentes recursos públicos a unos ‘viernes sociales’ destinados a comprar votos. Juró que jamás pactaría con quien ahora es su socio, Pablo Iglesias. Se echó en brazos del golpismo catalán y los herederos de ETA, cuando podría haber negociado pactos de Estado alternativos con Ciudadanos y el PP. Ha aprovechado la pandemia para imponer un estado de alarma interminable, al amparo del cual gobierna por decreto. Está a punto de liquidar la escasa independencia que aún conserva el Poder Judicial, modificando la ley con el fin de que baste una mayoría simple de diputados para nombrar a los miembros del órgano rector de los jueces. Y por si no bastara, su mano derecha en Ferraz, José Luis Ábalos (el encargado de recepcionar las maletas de la proscrita Delcy Rodríguez en Barajas), fue el encargado de urdir un plan para desalojar al centro-derecha de los gobiernos autonómicos que controla, reproduciendo el mecanismo empleado contra Rajoy, en este caso con la complicidad de la nueva lideresa ciudadana, Inés Arrimadas, quien esgrimió el mismo argumento falsario empleado en su día por Sánchez. Una ‘razón’ tan sólida que sus propios compañeros murcianos frustraron ayer la operación, a cambio de tres carteras. ¡Qué ridículo y qué vergüenza!

La jugada, empero, era tan evidente que no requiere ulterior explicación. Madrid habría sido la siguiente pieza a batir y, esa sí, habría caído, si su presidenta no hubiera hecho gala del arrojo que la caracteriza disolviendo la Asamblea y llamándonos a votar. Algo que produce un miedo terrible a la izquierda, a juzgar por su patético intento de hurtar a Díaz Ayuso la potestad que le otorga el Estatuto de Autonomía, con la presentación de sendas mociones de censura a destiempo, de nuevo gracias al auxilio de unos naranjas a quienes todas las encuestas auguran el descalabro como castigo a su traición.