IGNACIO CAMACHO – ABC – 25/09/16
· Al adelantar sus aspiraciones presidenciales, Sánchez desvía el foco del previsible nuevo fracaso de hoy.
En la noche del pasado 26 de junio, toda España leyó en el resultado de las elecciones un veredicto claro. El PSOE había perdido cinco escaños, Ciudadanos, ocho, y Podemos, pese a la coalición con IU, permaneció como estaba; sólo el PP avanzaba catorce escaños. Y aunque la suma con C’s se quedaba algo corta para una mayoría sin refuerzos, el sentido natural de la inercia política dibujaba con nitidez una voluntad democrática: el centro-derecha poseía un mandato.
Acaso sólo una persona lo vio de otro modo. Pedro Sánchez observó el recuento desde la angustia de su propia supervivencia y concluyó que sólo tenía un modo de eludir la factura de su segundo fracaso: construir con él un búnker y blindarse en hormigón armado. La conclusión de las urnas era tan evidente que los barones antisanchistas ni siquiera consideraron necesario pedir la dimisión de su líder: si no la entregaba de suyo esperarían a la inevitable investidura de Rajoy para derrocarlo. Ese fue el error que ahora van –y vamos todos– a pagar caro.
Sánchez había aprendido la lección de su investidura fallida. La clave de su resistencia consistía en dejar que Rajoy aceptase ser candidato. Si lograba tumbarlo –y sus votos eran imprescindibles– encontraría una oportunidad, bien de postularse él o al menos de continuar en la mesa de juego hasta la siguiente mano. En eso está; es el único que ha cumplido sus objetivos, a base de un contumaz y cínico desahogo para desentenderse de su propio descalabro.
Por eso no le importa salir hoy revolcado de nuevo en Galicia y el País Vasco. La situación no va a cambiar. Se ha fortificado en el bloqueo y si perdió sin consecuencias dos generales no se va a arredrar por unas autonómicas. Además, al adelantar sus aspiraciones de buscar un pacto presidencial ha desviado el foco del debate para minimizar preventivamente el probable fiasco. Ha lanzado a su partido una liebre eléctrica tras la que correr: la fecha del congreso y la posibilidad de un Gobierno con Podemos y los nacionalistas. Ya no se va a discutir sobre un nuevo retroceso del PSOE, sino sobre sus planes de liderazgo. Hay que reconocer que, al margen de su desprecio por la expresión de los electores, este es un hombre que los tiene cuadrados.
A los disidentes se lo ha puesto en chino. Si tratan de destituir al secretario general quedarán como unos conspiradores palaciegos contra su propia causa o, peor aún, a favor de la del principal adversario. Tendrían que asumir el anatema de favorecer a la derecha, con el peligro de quedar a merced de los dicterios del populismo. Y si le permiten seguir se arriesgan a que alcance la Presidencia y vaya a por ellos desde el poder, con la cabeza de Tomás Gómez como espantajo. Nunca se van a arrepentir lo bastante de haberlo dejado escapar indemne en junio. De haber olvidado la premisa elemental de toda conjura, que consiste en rematar al atacado.
IGNACIO CAMACHO – ABC – 25/09/16