La liebre eléctrica

ABC 22/04/14
IGNACIO CAMACHO

· El nacionalismo actual del PNV es un pragmático proyecto de poder al que la independencia solo le interesa a plazos

Un siglo largo, década arriba década abajo, lleva el PNV tratando de poner en limpio el trastornado borrador político de Sabino Arana para que parezca un boceto mínimamente decoroso en vez del delirio de supremacía étnica que en realidad es. No es tarea fácil anclar sin chirridos el proyecto de poder del nacionalismo vasco moderno en esa entelequia impresentable que el viejo partido tiene como forzosa referencia fundacional, y que sus propios dirigentes comprenden que no pueden exhibir en serio más allá de la piadosa y estilizada mitología del simbolismo melancólico. Por eso cada Aberri Eguna, efeméride de la iluminación patriótica aranista, la nomenclatura

jeltzale apela a una reinterpretación contemporánea del estrafalario ideal vasquista en busca de un discurso identitario que pueda encajar con cierto pudor en la normalidad democrática. Una traducción creativa del sonrojante extravío sabiniano.

Este año le ha tocado el turno al confederalismo, en el que el pragmático Urkullu ha encontrado una fórmula retórica para sumarse al manoseo del modelo territorial del Estado que se ha vuelto a poner de moda con la cuestión catalana. Se trata de no quedarse fuera del debate porque el lendakari parece un hombre sensato poco dado a aventurerismos románticos y obligado a vigilar de reojo al radicalismo tardoetarra para que no le ocurra lo que a Mas, sobrepasado por el demarraje secesionista. Urkullu, que ha llegado al poder tras el amargo paréntesis del desalojo de Ibarretxe, sabe que el PNV se rige ante todo por una aspiración de hegemonía política y social en la que la independencia no constituye más que un relato de fondo, un marco esencialista del que ir tirando para incrementar a plazos las cuotas de autogobierno. Y deja correr por delante al soberanismo catalán como una liebre eléctrica mientras se mantiene a la expectativa con recelo de que en un eventual nuevo diseño del Estado alguien pueda plantear la revisión de los ventajosos conciertos fiscales vascos.

Al nacionalismo peneuvista le conviene la reapertura del debate de la autodeterminación por si puede sacar tajada pero le preocupa perder cuotas de poder a manos de un conglomerado batasuno recrecido tras el cese de la violencia terrorista. Intenta conservar la iniciativa para embridar la fuerza emergente de sus hermanos separados, y al tiempo ha de cuidar los privilegios forales que no podría mantener en un hipotético Estado soberano con pretensiones de continuar en la órbita eurocomunitaria. De ahí que haya sacado la apuesta confederal como vía intermedia para conservar lo que de verdad le interesa, que es el statu quo. Si el patio se revuelve procurará no quedarse al margen de las novedades pero de momento tiene que hilar fino, ser prudente y vigilar su propia merienda. Hasta el estrambótico Sabino entendería en sus cortas luces que con las cosas de comer no se juega.