Edurne Uriarte, ABC, 7/8/12
Los nacionalistas aceptan a todo aquel que se apunte al proyecto nacionalista, sea cual sea el origen de sus apellidos
ES más correcto llamarle limpieza ideol ógi ca . Las etniasse han hecho muy abiertas en las últimas décadas, por cuestión de adaptación a los tiempos. No hay manera de hacer una gran nación vasca si exiges ocho apellidos autóctonos. En el mundo global no quedan autóctonos en ningún l a do y s ete puede quedar l a grannación e n 50.000 habitantes. Y es verdad que hemos visto desfilar a alguno de esos minipaíses en los Juegos de Londres, pero, por el momento, los nacionalistas aspiran a algo más que a ser Tuvalu o las Islas Marshall y aceptan con entusiasmo a todo aquel que se apunte al proyecto nacionalista, sea cual sea el origen de sus apellidos.
Y con el mismo entusiasmo rechazan al que se resista. En eso ha consistido la limpieza ideológica y ahí se halla el fundamento político y moral para aprobar cuanto antes el derecho al voto en el País Vasco de las víctimas de esa limpieza. El error, manipulación en algunos casos, sobre esa limpieza es centrarla exclusivamente en la persecución terrorista directa. Que es la parte fundamental, pero ni mucho menos la única. Lo que es necesario clarificar para articular las bases legales de ese voto. La mayor parte de los vascos que hemos dejado el País Vasco, al menos profesionalmente y como lugar de residencia principal, lo hemos hecho por una acción combinada de ambas cosas, terrorismo y persecución nacionalista. Y lo segundo es muy difícil de acreditar documentalmente.
Un exponente del significado de la limpieza ideológica con un papel etarra en la penumbra difícil de documentar es lo que me ocurrió a mi misma, una presión conjunta de nacionalistas moderados y radicales para que la Universidad del País Vasco me desposeyera de una cátedra, es decir, para expulsarme profesionalmente. Y eso que mi caso salió en los medios de comunicación a diferencia de los miles y miles de casos anónimos de limpieza ideológica. Lo anterior es uno de los factores, por otra parte, que hacen inviable la idea socialista de promover la vuelta al País Vasco en lugar del derecho al voto de los expulsados. Los expulsados nos hemos establecido profesionalmente en otros lugares y no hay vuelta posible para nosotros.
Y aunque la idea de la vuelta no fuera una fantasía, estamos ante una cuestión de derechos democráticos esenciales. El CERA, el censo de los españoles ausentes que votan en las elecciones nacionales, estáco mpuesto por 1.482.786. Una buena parte de ellos ni siquiera ha pisado jamás España porque son hijos o nietos de españoles. ¿Y aún tenemos que discutir el derecho de voto de las víctimas de limpieza ideológica en nuestro propio país? Como si el debate lo dirigiera ETA.
Edurne Uriarte, ABC, 7/8/12