ANÁLISIS TONIA ETXARRI-El Correo
La mochila del presidente del Gobierno está cargada de guiños y compromisos hacia quienes le apoyaron en su minoría parlamentaria
Antes de que el titular de la Generalitat manifestase su enfado por no ser el primero de la lista de los entrevistados, el presidente del Gobierno español ya se había reunido con el líder de Podemos. Sin transparencia. Ocultos de los focos. Porque Sánchez, aunque destacara tras la moción de censura que el PNV iba a ser su ‘socio preferente’, a Pablo Iglesias le debe mucho. Nada menos que 67 escaños en nombre de los que el líder de Podemos sigue exigiendo alguna cota de poder en señal de premio a los servicios prestados. Si ya no puede aspirar a ningún mando en plaza en un Ejecutivo al que se refirió como «mi Gobierno» cuando Pedro Sánchez anunció la acogida de los migrantes subsaharianos embarcados en el ‘Aquarius’, al menos pactar iniciativas conjuntas.
Una operación no exenta de riesgo para Sánchez, que necesita el apoyo de su principal adversario, desde luego, pero el líder de Podemos no busca otra finalidad que visualizar que este Gobierno socialista, con sus 84 diputados, no podrá actuar con la independencia que le gustaría. Eso es lo que pretende Pablo Iglesias ahora que su protagonismo está en decadencia y las encuestas le van bajando los humos. Dar un toque de atención a Sánchez para que recuerde que lo necesita, no se vea tentado de recurrir al abuso de decreto ley cuando su debilidad parlamentaria quede en entredicho y, de paso, retener a los votantes que puedan estar pensando en volver a confiar en el PSOE.
Pedro Sánchez está ahora en el momento dulce de saber que el nombramiento de sus ministros, por lo general, ha sido bien acogido, y que sus primeros gestos humanitarios con los que huyen por mar de la miseria de sus países no han encontrado otras reservas de sus competidores políticos que el temor a un futuro incierto sobre la imposibilidad de controlar posibles avalanchas migratorias. No le espera tarea fácil. Su mochila está cargada de guiños y compromisos genéricos hacia quienes le apoyaron en su minoría parlamentaria.
Además de los nuevos observadores de África (el Gobierno de Marruecos y las mafias que trafican con seres humanos y que ven en España un puerto franco que podría servirles de coladero a los inmigrantes sin papeles), le espera Quim Torra desde Cataluña. Al fondo, en el segundo turno de las comunidades autónomas. Porque, después de Pablo Iglesias, pasará el lehendakari Urkullu. Y Sánchez se encontrará en esa entrevista con un nacionalismo vasco distinto al que apoyó, semanas atrás, los Presupuestos de Rajoy. Porque el PNV se ha escorado hacia la radicalidad. Con el plan de acercamiento de presos de ETA no diferirá en sus principales planteamientos. Pero las conclusiones de la ponencia de Paz y convivencia reflejarán la incómoda situación de un trabajo parlamentario en el que el PP no ha querido participar porque la izquierda abertzale sigue queriendo ‘ blanquear’ el terrorismo de ETA. Con el debate sobre el nuevo Estatuto de Autonomía en el que el PNV está consolidando un frente nacionalista con la izquierda abertzale que recuerda los tiempos aciagos de Ibarretxe.
La identificación de los ciudadanos vascos con la ruptura de España cotiza a la baja. Lo cuentan todos los sondeos. El último, el Deustobarómetro, destaca que la opción mejor valorada en Euskadi es la de reforzar el Estatuto. Por eso los mensajes del PNV en privado y en público no son los mismos. Pero lo que cuentan son los hechos. Y, de momento, el PNV tan solo va de la mano de Sortu en la reclamación del derecho a decidir. Una exigencia que Quim Torra le dejará sobre la mesa en cuanto se entrevisten. El presidente catalán quiere recuperar la declaración de independencia, la proclamación de la República, la creación de un mini Estado paralelo al Constitucional. Es decir, quiere seguir vulnerando la legalidad. Continuar con la rebelión que se protagonizó desde el poder de la Generalitat.
La ministra Margarita Robles ha dicho que quiere desterrar la confrontación. ¿Cómo se consigue si hay que optar entre la Constitución y el secesionismo? ¿Deshaciendo la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut como ha aconsejado Zapatero? Para Quim Torra, Cataluña se autodeterminó hace tiempo. Parece ingenuo pensar en una reforma constitucional que incluya el derecho a decidir. En Quebec, después del segundo referéndum en el que los votantes que no quisieron separarse de Canadá ganaron por una diferencia de 1,16%, el Tribunal Supremo despejó la dudas sobre la ilegalidad de una secesión unilateral.