César Alonso de los Ríos, ABC, 21/4/12
Las perversiones económicas producidas por los gobiernos autonómicos, descubiertas gracias a la Gran Recesión y en proceso de corrección por exigencias de la Unión Europea ¿son la consecuencia inevitable del «sistema» o de un uso incorrecto de éste? Las contradicciones entre los exaltadores del «régimen» y sus detractores hay que buscarlas en el origen mismo de la Constitución, esto es, en la confusión con la que se quiso resolver el problema de España. Unos quisieron aguar las exigencias de los nacionalismos periféricos con la descentralización, mientras estos pensaban que aseguraban las posibilidades «estatales» de Cataluña, País Vasco y Galicia gracias a su reconocimiento en la Constitución como «nacionalidades». A Andalucía se le buscó una vía difusa y vergonzante. Los demás, contentos con el cafetito. Naturalmente en este largo proceso (décadas) las ideas nacionales fueron asentándose pacíficamente en Cataluña (hasta el Estatut) y con el manejo doble del terror y lo institucional en el País Vasco (hasta Amaiur… y lo que venga) Entre tanto, se ha gastado dinero a mansalva y, en algunas regiones, se ha pretendido que su cualidad de Comunidad Autónoma era debida razones también históricas. Es decir, se pensó que con la descentralización administrativa se daba solución a uno de los problemas que nos había llevado a la guerra civil.
Por esta razón, han sido muchos los españoles (políticos, periodistas, profesores constitucionalistas incluso) que no han querido tomarse en serio la marcha de los nacionalistas hacia el independentismo. Más aún: los que en su día fueron regionalistas vergonzantes ahora tienen pretensiones de estar manejando pequeñas naciones: taifas. El disparate de décadas ha creado monstruos. Ha tenido que llegar Beteta para recordar que, al menos, era intolerable el precio de la locura.
César Alonso de los Ríos, ABC, 21/4/12