Editorial, LA VANGUARDIA, 3/2/12
Hoy arranca el congreso federal del PSOE y las espadas sobre la elección del futuro secretario general entre Alfredo Pérez Rubalcaba y Carme Chacón siguen en alto. Nada está decidido todavía y las cuentas que hacen uno y otro sobre sus apoyos predicen un resultado muy ajustado, con una leve ventaja para el ex vicepresidente y ministro del Interior. Si una cosa ha quedado clara durante la campaña, es que no se trata de una lucha ideológica, sino de un combate por el poder. Hace tiempo que los partidos, todos, han apartado a un lado las ideas para concentrarse en el dominio de las estructuras del grupo, con la excusa de dejar para más adelante las cuestiones esenciales que configuran las ideologías. Máxime cuando el discurso único, el del mercado, lo condiciona todo.
Si en el caso del PSOE existe una leve diferenciación entre ambos candidatos, es en la necesidad de renovación, entendiendo esta como el distanciamiento del pasado inmediato en aquellas cuestiones que han llevado al partido a la situación más crítica desde la transición. Mientras Rubalcaba aparece, aunque sea a su pesar, como el candidato de la continuidad con aquel partido hegemónico de Felipe González, Chacón ha puesto el acento en un nuevo partido, aunque ella también represente la continuidad de la etapa de Zapatero. Hay otros elementos de diferenciación. Mientras el primero presume de una dilatada experiencia política y parlamentaria, su adversaria muestra sin ambages su ambición y ganas de adquirir nuevas responsabilidades. Mientras Rubalcaba exhibe entre sus haberes el triunfo sobre ETA, Chacón agita su condición de mujer. Mientras Rubalcaba pregona una voz única para los socialistas españoles, Chacón trata de esconder el hecho de pertenecer al PSC, un partido que la apoya casi unánimemente, pero que aparece como un lastre ante sus compañeros de diversas federaciones. Todo vale en esta lucha por el poder.
Parece claro que los militantes y sus delegados congresuales se hallan divididos casi en dos mitades, como es el caso del partido socialista andaluz, que es el que aporta mayor número de votos y que ha hecho disparar la incertidumbre sobre el resultado final. En otras federaciones, como las del País Vasco, Extremadura, Asturias o Castilla y León, la ventaja de Rubalcaba parece clara. Para Chacón son Catalunya, Valencia y Aragón.
Si gana Rubalcaba, el partido acentuará su vertiente centralista, mientras que si gana Chacón ya ha advertido a sus compañeros del PSC que no jugará las cartas de una mayor autonomía política que tampoco le piden, como lo demuestra el rechazo explícito al concierto económico para Catalunya mientras apelaba al espíritu que llevó, en 1977, al pacto entre el PSC y el PSOE. «Siempre supe –ha dicho– que este partido no iba a discriminar a nadie por haber nacido en un lugar u otro del territorio español y con esa convicción me he presentado a las elecciones». En eso no hay grandes diferencias entre ambos. Lo que podría terminar de inclinar la balanza a favor de Rubalcaba es su inveterado pragmatismo frente a la aventura que supone, para muchos, la elección de Chacón. Aunque no hay que descartar que la necesidad de caras nuevas pueda ser un aliciente para apoyar a la ex ministra de Defensa debido a la ola de pesimismo que invade un partido que ha perdido las tres últimas elecciones.
Editorial, LA VANGUARDIA, 3/2/12