IGNACIO CAMACHO, ABC – 09/09/14
· A Cameron no le va a quitar ya nadie el merecido título de primer ministro más incompetente de la historia de Gran Bretaña.
Gane quien gane el referéndum del día 18 en Escocia, a David Cameron no le va a quitar ya nadie el bien merecido título de primer ministro más incompetente de la historia de Gran Bretaña; distinción muy notable y difícil de obtener habida cuenta de que en la lista se encuentra, entre otros, un tipo que pactó con Hitler creyendo que podría apaciguarlo. Pero Cameron puede pasar a la posteridad como el hombre que logró desunir el Reino Unido, hazaña extraordinaria que de culminar se debería a su exclusivo capricho.
Todo estaba normal cuando llegó; las tensiones centrífugas propias de la larga convivencia de dos comunidades con fuerte personalidad histórica, jurídica y social bajo una Corona unificada hace tres siglos. Una parte de los escoceses reclamaban, como siempre, volver a ser independientes, y entonces el gran estadista decidió dar su golpe de audacia. Y preguntárselo.
El premier inglés convocó la consulta convencido de ganarla. Pretendía apuntillar a los laboristas y hacer un guiño a los antieuropeos, que reclaman un referéndum para salir de la UE. Con las encuestas a favor se sentía seguro de zanjar el asunto para una pila de años; arrogante como Chirac cuando, recién investido presidente de Francia, convocó unas elecciones adelantadas que acabó palmando. Pero Chirac jugaba sólo con su poder y Cameron está jugando con su país entero. Ahora, tras una pésima campaña en la que no ha dejado de perder ventaja, tiene el agua al cuello; los independentistas han dado la vuelta a los pronósticos y rozan la mayoría en los sondeos.
El ilustre prócer está acorralado, ofreciendo a los escoceses nuevas competencias y más autonomía fiscal para frenar la catástrofe. Si pierde lo van a echar al mar los suyos pero eso será insignificante ante el asombroso proceso de secesión provocada. Una de las potencias del planeta está a punto de suicidarse como nación por el frívolo error de cálculo de esta auténtica minerva weberiana, una lumbrera imbuida de ética de la responsabilidad y de visión de Estado.
Como mínimo, al final de la aventura Gran Bretaña tendrá mucha menos cohesión que antes, y eso suponiendo que no salga fracturada del trance. Los soberanistas se sentirán al borde de su sueño, los eurófobos se vendrán arriba y Europa contará con otro problema innecesario. La propia Escocia quedará partida en dos mitades y el Gobierno de Londres sufrirá un severo frenazo en su apuesta de relanzamiento económico-financiero. Un desastre sin paliativos por culpa de la descomunal ligereza de un inapropiado liderazgo. De un demiurgo irresponsable aficionado a jugar a aprendiz de brujo.
Y sí, se trata o se debería tratar de un aviso a navegantes cercanos. A patroncillos de yate venidos a más cuyas bitácoras conducen al naufragio. A marineros de agua dulce tentados de aventurarse en las tormentas sin saber manejar grandes barcos.
IGNACIO CAMACHO, ABC – 09/09/14