IGNACIO CAMACHO, ABC – 27/08/14
· El colapso socialdemócrata francés señala que en esta larga crisis solo hay dos caminos políticos: ajuste o populismo.
Les ha vuelto a pasar. Esta vez en Francia, donde los socialistas llegaron al poder prometiendo la luna llena y brillante del bienestar sin recortes y han tenido que confesar con amargura que no encontraban la escalera para alcanzarla. Esto ya lo sabía el filósofo Luc Ferry, breve ministro de Educación que años atrás se estrelló contra la prosa espesa e inmóvil de la política: lo primero que compruebas al llegar al poder el que allí no está el poder propiamente dicho. El poder de cambiar las cosas. Y que lo que solemos llamar poder es, simplemente, el presupuesto.
El colapso del Gobierno francés, obligado a aplicar medidas contra su propio programa, es la penúltima demostración del fracaso socialdemócrata europeo. Los grandes gestores del bienestar no han logrado hallar soluciones para la quiebra del modelo. Uno tras otro –falta por ver cómo le irá al italiano Renzi, hasta ahora más activo en las intenciones que en los logros– han naufragado en el intento de levantar una alternativa a la austeridad sin podar la hipertrofia del Estado.
En recesión y con un inmenso y deficitario sector público por reformar, Hollande ha claudicado. La firmeza política de Valls, su combativo primer ministro y rival interno, ha fracturado el partido y alejado a la gauchecaviar, esa progresía diletante empeñada en teorizar fracasos. Valls aún no va a ceder porque es de esos escasos líderes de energía antipática y desafiante, un Sarkozy de izquierdas, que están dispuestos a forjarse un futuro sobre las cenizas de los desengaños.
Pero el ejemplo francés señala que en esta larga crisis solo hay dos caminos políticos: ajuste o populismo. O las recetas de Merkel y el BCE, que implican sufrimiento social, o las de Podemos y sus correlatos rupturistas, que conducen al corralito y a la suspensión de pagos. O sistema o antisistema. Las vías intermedias están cegadas porque existe un grave problema de sobreendeudamiento. Ese es el gran aprieto de la socialdemocracia, emparedada entre el pragmatismo liberal y la tentación demagógica del pensamiento mágico. El primero es muy impopular y la segunda representa, sencillamente, un engaño.
Con Hollande flotando como un zombi en el vahído de sus esperanzas frustradas, Valls ha decidido atenerse a su compromiso de institucionalidad al precio de tronchar a su propio partido. Comprobado que no tiene a su alcance la luna se dispone a atravesar casi en solitario una lluvia de meteoritos. La experiencia es interesante como laboratorio para comprobar el margen de éxito de una izquierda moderada en medio de la eclosión populista; el peso de la razón pragmática frente al discurso de las soluciones fáciles para retos complejos. Responsabilidad de Estado contra simplismo milagrero. Ahí mismo, justo encima: Francia está lo bastante cerca como para que el nuevo líder del PSOE se permita el lujo de desviarle la mirada.
IGNACIO CAMACHO, ABC – 27/08/14