ABC 03/04/17
IGNACIO CAMACHO
· Hay temor en el entorno susanista. No tanto de perder como de no ganar con bastante margen: de dejar vivo a Sánchez
UNA semana después de su presentación triunfal, prietas las filas del aparato socialista, persisten las dudas y un cierto miedo en el entorno de Susana Díaz. No tanto a perder como a no ganar con la suficiente ventaja y dejar vivo a Pedro Sánchez. Vivo para molestar, vivo para constituir una suerte de incómoda oposición interna, vivo para obstaculizar la integración y evitar el reagrupamiento. Y sobre todo, vivo para volver a desafiar al oficialismo en la candidatura a la Presidencia del Gobierno.
Ése es el punto débil del susanismo, que no se siente seguro de su impacto electoral fuera de Despeñaperros. La maquinaria interna del partido puede bastar para auparla a la secretaría general pero los votantes de izquierda la miran con recelo. Su adversario ha logrado presentarla como la muñidora de la investidura de Rajoy, la artífice de un contubernio. «Es la madrastra de Blancanieves», dice un sanchista; «en unas primarias abiertas no pasaría del 20 por ciento». Y el problema es que, desde la época Rubalcaba, la elección participativa entre simpatizantes está contemplada en el reglamento. Díaz sabe que en esa eventual confrontación, planteada como una segunda vuelta, Sánchez recibiría el apoyo masivo de los partidarios de Podemos.
Para eludir el compromiso, la presidenta andaluza necesita en mayo un éxito contundente, por aplastamiento. Dejar a su rival por debajo de un tercio de los votos, un resultado que lo prive de legitimidad para otro intento. En su momento Sánchez no convocó primarias presidenciales y desde luego Susana las intentará evitar por cualquier medio. No se ha presentado sólo para «coser» el partido; su ambición es la de convertirse en la primera mujer que dirija un Gobierno. Sin embargo incluso entre quienes la apoyan hay reparos sobre su aptitud como candidata y aunque gane tendrá que desbaratar las tentativas de encontrar un aspirante con más consenso.
De momento está en otra cosa: reunir una exhibición intimidatoria de avales que pongan su liderazgo a salvo de cualquier cuestionamiento. En Andalucía los aparatchiks están pasando lista a los alcaldes ajudicándoles cupos de leva, pero una cosa es el aval público, un compromiso más o menos forzoso, y otra el libre albedrío del voto secreto. Si algo han demostrado tantas elecciones y referendos recientes es el que el paradigma prescriptivo ya no funciona con la exactitud de un mecanismo lineal, disciplinado y directo.
En el fondo se trata de un conflicto entre modelos: el partido jerárquico tradicional frente al concepto populista, asambleario y abierto. El peso de la organización le puede alcanzar a Díaz para la victoria pero no le garantiza el margen cuasi aclamatorio que requiere la pacificación en el inmediato congreso. Aquello de vencer y convencer. Las madrastras siempre tienen mala reputación y en política, como en la vida, el cariño no se obtiene por decreto.