Santiago González-El Mundo
España es un guión de Almodóvar. Recuerden a Carmen Maura en Mujeres al borde de un ataque de nervios: «Hola. Soy la madre del famoso asesino de Cuatro Caminos. Cuando mi hijo vuelve de cometer uno de sus famosísimos crímenes, me trae la ropa que es una pena». Al llegar la Policía saca la ropa del tambor: «Aquí está, miren qué hermosura. Ecce Omo, increíble».
Ahora las madres de los asesinos ya no son marujas. Por eso lavan los crímenes de sus niños con documentales. La madre de Rodrigo Lanza, el tipo que mató a un hombre por llevar la bandera de España en sus tirantes, se llama Mariana Huidobro y es hija de un golpista chileno. Ella puso en pie un documental sobre su hijo, cuando dejó tetrapléjico al guardia Juan José Salas de una pedrada en la cabeza.Ella es parte del elenco, como Maura en lo de Almodóvar. Su hijo es un psicópata vulgar, pero ella, carne de psicoanálisis, es más interesante y lleva la cuenta de los días que llevan en la cárcel los «chavales de Altsasu» por apalear entre medio centenar a dos guardias civiles que tomaban una copa con sus novias.
Mariana, la hija del almirante Sergio Huidobro, debía ser adolescente cuando su padre y la cuadrilla dieron el golpe de 1973 y vistieron a Chile de luto. Ella, joven progresista, necesitaba expiar las culpas que interiorizaba en casa y pasó de los crímenes del padre a los del hijo.Ayudó a poner en marcha un documental, Ciutat morta para lavar la culpa de su Rodrigo con más eficacia que el detergente de Maura.
Es una película que debería ver todo el mundo para preguntarse cómo es posible que estrellas del periodismo traguen acríticamente una manipulación tan burda; que Julia Otero, Jordi Évole y Gemma Nierga oigan a quien llegaría a ser teniente de alcalde de Barcelona, Jaume Asens, decir que «muchos de los jueces vienen del régimen franquista» y que «los magistrados del Tribunal Supremo juraron los Principios del Movimiento».
Bastaba asomarse a Google: el presidente, Carlos Lesmes, no había empezado a estudiar Derecho a la muerte de Franco. El vicepresidente Juanes ingresó en la carrera en 1978 y lo mismo pasa con los presidentes de las cinco salas y los vocales. No es que no se hayan dejado engañar, es que el presunto asesinato de Víctor Laínez no les ha devuelto al estado de razón. Ni a él, ni a su abogado Boyé, convicto secuestrador de Emiliano Revilla, ni a la presunta madre que lo parió, ni a los periodistas citados.
Ciutat morta abre y cierra con mensajes de odio: la invocación de la venganza de Rodrigo Lanza y Diana J. Torres, autora de dos libros: Coño potens y Pornoterrorismo. Lanza y Torres son alfa y omega de un mensaje de odio. Dice ella: «Todos ustedes algún día desearán no haber nacido. Me encargaré de que no mueran tranquilos en sus camas». La secuencia final muestra a Mariana, hija de asesino y madre (presunta) de asesino, esperando a su hijo a la puerta de la cárcel. Lean su cuenta de Twitter. Y sus comunicados. Ah, la transferencia de la culpa.