Gontzal Mendibil-El Correo

  • La prepotencia de las personas que obvian las formas sin sentir vergüenza alguna nos lleva a un retroceso en la convivencia

Cultura y educación son valores primordiales, a veces unidos y en demasiadas ocasiones reñidos porque la mala educación descalifica y convierte a la persona en lo que, sin engaños ni subterfugios, verdaderamente es. La mala educación está unida al fondo y a la forma de la persona y en consecuencia a la quiebra del personaje. Es entonces cuando deconstruyes a la persona convirtiéndola en personaje maleducado y posiblemente de actitudes deshonestas.

En conclusión, una vez que vamos conociendo al personaje, diremos: ‘Este no es lo que parece’. Y es cuando se remarcan e intensifican las diferencias entre el personaje construido y la persona real. Así pues, la palabra se desnaturaliza y se descalifica cuando no concuerda con los hechos.

Cuando la persona se aleja del personaje -al igual que el personaje embaucador mitológico griego Sísifo, que no tenía ningún rubor en engañar a los demás-, cambiamos la percepción de la persona que creíamos conocer, nos apesadumbramos y decimos aquello de «es la naturaleza humana», como en la fábula de la rana y el escorpión.

Desde el desencuentro político se lanzan todo tipo de insultos para anular al adversario

Hay demostraciones palpables en el día a día de la mala educación. Da rabia, por ejemplo, que a alguien le envíes una nota, un email, un ‘whatsapp’… y no recibas respuesta alguna. El maleducado, que nunca se sentirá como si su actitud le importara, dirá: ‘Quién es para que yo le conteste’. Desde su prepotencia, hará ver que el otro no merece su respuesta, es decir, ni sí, ni no, que se dé por enterado de que no le respondo y que no me moleste.

Una responsable de un medio de comunicación en Euskadi me comentaba recientemente: «Escribo 100 y 99 me contestan con un ‘no’». Pero es de agradecer que te contesten afirmativa o negativamente, pero que no se dignen a contestar es lo que a mí me enrabieta. ¡Y hay tantos! Uno ya tiene la edad suficiente para discernir la validez o invalidez y la desfachatez de las personas, que haberlas, haylas. Y bien sabe diferenciar la verdad de la mentira, el personaje de la persona.

Y en este universo de la mala educación, también desde la actividad y el desencuentro político se lanzan o se promueven todo tipo de insultos para contrarrestar y/o anular al adversario, desde el ‘y tú más’ al ‘todo vale’, con tal de despreciar al otro, con lo que se demuestra nula educación y desprecio de la buena política y del buen político.

Deberíamos atender a lo que enseñan pensadores como Alain Touraine o Nuccio Ordine

Y qué decir cuando el individuo que lanza todo tipo de diatribas va encubierto en el anonimato ambiental. La mala educación, la prepotencia del ser que obvia las formas, nos lleva a un retroceso en la convivencia. La justicia tendría que adentrarse y hacer frente a la mala educación de quienes van lanzando improperios que aumentan la crispación.

El problema del maleducado es que desde su soberbia no siente ninguna vergüenza por sus actitudes hirientes. Desde su falta de modestia no tiene por qué dar ninguna explicación por su comportamiento, y cuando ya no importa ni el descrédito, se siente inmune y por tanto impune.

La mala educación se refleja en las palabras perversas y dañinas. Entramos en el reino de la falta de ética y la falsedad, tan extendidas. Y cada uno debe responsabilizarse de su propio cinismo, aunque me temo que la mala conciencia no entra en quien exhibe una y otra vez la mala educación y en las ocasiones en las que las virtudes del personaje se convierten en defectos de la persona

Sectarismo, desprecio y mezquindad están a la orden del día y la mala educación nos lleva al retroceso de la convivencia. En definitiva, se refleja tanto en quien no contesta a los mensajes como en quien agrede con sus ataques individuales o grupales.

Y en este mundo donde la ética se tambalea y hasta la educación se mercantiliza, nos llega la mala noticia del fallecimiento de dos mentes luminosas: Alain Touraine y Nuccio Ordine, intelectuales comprometidos con los saberes humanitarios y con la defensa de las sociedades más solidarias. Estaría bien que echáramos un ojo a lo que estos grandes referentes propugnan y descubriéramos en ellos reflexiones y testimonios que enriquecen el buen hacer y la buena educación, valores útiles sin parangón.