Juan Carlos Girauta-ABC
- Las vacas flacas siempre son para la dinastía que trae las vacas gordas
Imaginemos que la inercia de los dos principales partidos españoles se mantiene. De hecho, es lo más probable. Vemos al primer partido, que por comodidad y por tradición sigue homologado con la socialdemocracia, porfiar en el antagonismo como fin en sí mismo. Prevemos que seguirá abonado a la comodidad de cuatro categorías planas con las que dividir y etiquetar a su antojo al resto del país, y aun del mundo.
Supongamos que, por su parte, en el segundo partido, los liberal-conservadores mantienen esa fe suya en los ciclos de poder, ese sincretismo entre los turnos de la Restauración, la estacionalidad de las cosechas y la periodicidad de las crecidas del Nilo. Hay una clase sacerdotal en la derecha que vive
de lo mismo desde hace unos seis mil años: la prevalencia de sus conocimientos arcanos. No es información privilegiada porque, en realidad, a los sacerdotes mesopotámicos, egipcios o chinos hace un tiempo que se les pilló el truco.
Pero de todo aquello queda la fidelidad al tiempo circular, y un sentido de clase tan rígido como para seguir presentando los mismos apellidos, desde hace un siglo o dos, en la banca, en la industria, o en los cuerpos de élite de la Administración. Mientras tanto, el mundo al que pertenecemos por derecho goza de un mecanismo de inmensa fuerza económica y moral que se llama ascensor social. La confianza en que ese ascensor funcionará es requisito de paz social. Aquí casi nunca ha accedido a todos los pisos, y encima se averió en algún momento de la pasada década: ahora solo baja. Pero volvamos a la hipótesis de la inercia en el centroderecha.
La idea primordial es que las cosas acontecerán por sí solas, el fruto caerá cuando esté maduro, tu momento llegará un buen día, déjate llevar por la corriente, no luches, fluye. Es una mezcla de taoísmo, vídeo de Bruce Lee, río de Heráclito y rajoyismo.
Si Casado realmente cree, siguiendo la fe mayoritaria de su organización laotsetiana, que una mañana se mirará al espejo y este le anunciará que la hora ha llegado, que los astros se han alineado según lo previsto, que el Ibex le adora, que las cosas se han combinado para que sea presidente -como por otra parte tenía fatalmente que ocurrir-, entonces es completamente lógica su lenta pero imparable metamorfosis, su inevitable conversión en Mariano Rajoy, la esterilidad de su partido en materia de ideas, la rendición preventiva total ante la izquierda (el poder solo depende de los ciclos, recuerden el dogma).
También la consolidación, una vez entre en La Moncloa, de todos los excesos woke, de todas las chorradas identitarias, de toda la memoria histórica impuesta, de todas las censuras, de todos los privilegios y discriminaciones dizque positivas, de todas las muletas mentales y de todas las muletillas con que la izquierda siembre el país durante su turno. Porque las vacas flacas siempre son para la dinastía que trae las vacas gordas.