Teodoro León Gross-ABC
- Es más fácil dejarse engañar que aceptar que has sido engañado
Ante la divulgación de los wasaps entre Sánchez y Ábalos, la reacción automática de Óscar López fue hablar de «campaña de bulos, de fango, de la derecha y la ultraderecha». ¿La derecha y la ultraderecha? Va de suyo que no tenía el menor fundamento, sólo era la respuesta mecánica del perro de Pavlov. Veinticuatro horas después, y ya con la veracidad de esos wasaps reconocida por el propio Sánchez al denunciar la violación de su intimidad, la portavoz del PSOE aún atribuía todo al PP y aquel «quien pueda hacer, que haga». El Telediario presentaba así la información: «En Ferraz tienen claro que esto forma parte de la campaña de la derecha para acabar con el presidente». La portavoz Pilar Alegría, desde Moncloa, hablaba de «oposición de casquería» del PP. ¿Cómo podían culpar a la derecha por unos wasaps de Sánchez y Ábalos que guardaba Koldo? Es un recurso simple: ante cualquier aprieto, ofrecen a su clientela la carnaza tentadora de «la derecha y la ultraderecha». Y pican.
Entretanto, casi a la par, el nuevo Papa León XIV advertía en Roma contra esa «guerra de las palabras», con un alegato contra la crispación de los lenguajes «ideológicos» en los medios, invitando a desarmar de fanatismo y odio «esa comunicación atronadora y muscular». Sólo es realmente libre una sociedad que está informada, mencionaba el Papa, exactamente lo opuesto a esa desinformación de diseño de la Máquina del Fango en Moncloa, con Bolaños y Diego Rubio a los mandos, para generar relatos y argumentarios difundidos por las terminales mediáticas del sanchismo, popularmente conocidos como ‘la sincronizada’. Una semana atrás, ante el apagón y el caos ferroviario, Moncloa enviaba a los suyos un argumentario con esta consigna: «La derecha sabotea a un Gobierno legítimo cada lunes». Una ridiculez delirante, pero no necesitan más que culpar a la derecha… y pican.
Claro que hay que ser muy idiota o muy sectario para tragarse camelos de esa talla. Pero así va esto. En su reciente ensayo ‘La vacuna contra la insensatez’, José Antonio Marina se pregunta cómo una especie tan inteligente como el ser humano puede tragarse estupideces tan groseras. La victoria de Trump, que constata la fuerza del pensamiento tribal, usa tecnologías sofisticadas pero también los trucos más básicos de la persuasión, como la construcción de un enemigo estereotipado con mantras tipo «la derecha y la ultraderecha». Marina se detiene en el marco de insensatez de esa forma de política tan generalizada y anota, como Hannah Arendt, que a un autócrata nada le conviene tanto como un público al que le da igual la verdad o la mentira porque se siente en el lado correcto y punto. El sanchismo ha convertido esto en un sistema y su éxito es esa clientela que traga todo. Y no tiene vuelta atrás: en definitiva, es más fácil dejarse engañar que aceptar que has sido engañado, y ya han llegado demasiado lejos asumiendo mentira tras mentira como para aceptar su complicidad con esa gran mentira.