Cuando uno sale de un gran hospital después de una semana aislado de una realidad política maltrecha, volver a lo cotidiano debería tener algún atisbo de sorpresa. Ni modo, todo lo más encontrarte con un muro de palabras que buscan una definición nueva tras el sentimiento de que nada cambia sino que degenera. Se atribuye al torero Juan Belmonte la conclusión definitiva del artificio político cuando le preguntaron cómo había llegado un banderillero a ser gobernador civil: «pues degenerando, degenerando».
Lo propio tras la experiencia personal sería señalar el alucinante deterioro de la Sanidad Pública -no digamos el de las entidades sanitarias privadas que por principio están exentas de juicio crítico gracias, sospecho, a su abundante derroche publicitario-, pero nos han metido en un embrollo de tal calibre que no referirse a él sería como huir de la realidad. La política ha colapsado los centros de decisión y jugamos partidos en los espejos. Si algunos tenemos dificultades para poner en claro la deriva, aun llevando muchos años en la tarea, no me cabe imaginar lo que un ciudadano común puede pensar mientras se tapa la nariz, se encera los oídos y rechaza mirar.
La desfachatez se ha materializado bajo la forma de acoso a quien no mantenga la opinión oficial. Todo lo importante se ha diluido porque el elefante que estaba en la habitación ahora se ha empeñado en dar trompadas. La Sanidad Pública ha sido transferida y la Enseñanza también, de tal modo que le salen las costuras de aquellas exigencias de cercanía y eficacia, para reducirse a «queremos fondos, porque los que tenemos los distribuimos a nuestra manera y no alcanzan». Al elefante de la habitación le ha dado un aire y quiere que le dejen libertad en forma de doblones para hacer lo suyo.
La gente alucina ante una ley de Amnistía que promueven los delincuentes y que le prepara el Gobierno para mantenerse. Las grandes avenidas desembocan siempre en el extrarradio y si no decimos las cosas claras promovemos la confusión entre el lenguaje elusivo del centro urbano y la popular labia de los barrios. Tenemos un gobierno progresista por decreto. Ellos lo pusieron y se dieron nombres, como en la novela de García Márquez, pero sin inocencia y a las bravas. ¿Por qué utilizamos la expresión progresista para quien intenta por todos los medios la vuelta atrás? Por una cadena de factores que coinciden en el principio de que el presidente Sánchez es progresista porque así lo ha decretado él mismo, y su partido también lo es por lo mismo y sus aliados, ayer adversarios, son adalides del progreso y de la democracia y de la Constitución por más que estén empeñados como el elefante en dar trompadas a la democracia, la Constitución y a lo que se cruce en su camino.
¿Por qué es progresista salvar al soldado Puigdemont y a sus mesnadas? Porque lo necesita el presidente progresista para seguir gobernando
Es progresista todo lo que decida el Gobierno independientemente de lo que tú, ignorante ciudadano, puedas pensar y hasta comprobar. ¿Por qué es progresista salvar al soldado Puigdemont y a sus mesnadas? Porque lo necesita el presidente progresista para seguir gobernando. España entera se está preguntando cómo va a acabar esta impostura. Muy sencillo, llegará hasta donde sea necesario para seguir en la presidencia y quien diga lo contrario atentará contra la democracia, el progreso y la constitución. El jefe siempre tiene razón porque por eso es el jefe. Se ha constituido en el punto central de las grandes avenidas que conducen al extrarradio y decide por decreto ley que lo necesario para él tiene que ser bueno para los demás. De haber intuido los pasos que seguiría este PSOE, enfangado para mantener al jefe, es poco probable que su electorado se lo hubiera consentido.
Escuchar al ministro Félix Bolaños redefinir el terrorismo va más allá de la dignidad intelectual, no digamos ya ética, de cualquier español con sentido común. O sea que la Memoria Democrática era un ardid para las futuras generaciones y que partía de un punto nodal que se resume en la manipulación del presente. Nuestro problema hoy no es de memoria sino de desvergüenza. Un ministro en su papel de edecán del jefe trata de reconvenirnos sobre un trabalenguas semántico: «no todo terrorismo es terrorismo». Hay grados. Liquidar, sin intención directa de causar un mal. Aterrorizar, sin violar los derechos humanos. (Recuerdo que Herri Batasuna en la época más dura de ETA tenía una comisión empeñada en la protección del Medio Ambiente y de las Especies Amenazadas).
Debemos borrar las vivencias que no las memorias, porque sucedió anteayer. Los que padecieron el procés de Cataluña deben reaprender que fue algo banal «sin intención directa de causar un mal de forma manifiesta». Todo fue culpa de Mariano Rajoy, no por su incompetencia manifiesta, sino porque labró el terreno para el independentismo. Un relato que se hizo legendario en la cabila del catalanismo, un oasis hoy amenazado por la pertinaz sequía del agotamiento de fondos, que tuvo de portavoces a hombres y mujeres, tan inasequibles al desaliento como a la verdad, desde aquel manifiesto reaccionario redactado por el tándem montserratino de un tertuliano (Enric Juliana) y un notario (López Burniol) y reproducido por los 12 apóstoles mediáticos dopados de subvenciones. «La dignidad de Cataluña» se desfondó desde aquel noviembre de 2009.
«Lo que todos entendemos por terrorismo está fuera de la amnistía», según Bolaños en el papel de voz de su amo
La cantidad de frases para la historia que se están fabricando continuamente en los arrabales del extrarradio político daría para un librito y muchas notas a pie de página. «Lo que todos entendemos por terrorismo está fuera de la amnistía», según Bolaños en el papel de voz de su amo. La kale-borroka con señera pertenece a un pasado cancelado por el poder que dictamina un jefe en peligro. La tarea del momento no está en revisar el pasado sino el presente abrumador, que avergüenza. Por eso mejor no hablar de ello. «Seamos serios, ¿alguien lo cree?», dice con desparpajo el ministro y repite el coro cantando «A Davos no le importa ni Puigdemont ni la amnistía». A ellos tampoco. El CIS de Tezanos lo pone en el número 37 de nuestras inquietudes.
Quitarse la pesadilla de encima hasta lograr que todos sean amnistiados, porque lo único que importa ahora es lograr «superar la imaginación de algunos jueces», en expresión de Junts. Como en una fábula, han ido convirtiendo la realidad en avatares y a un derrotado, no precisamente valeroso, lo hicieron brujo capaz de bendecir a quien le saque del pozo. Un buscavidas de aldea deviene en líder por designio del presidente del gobierno. Así hay que tirar hasta abril. Luego cambiaremos de opinión, si se tercia…