Miquel Giménez-Vozpópuli
Puigdemont asegura que los separatistas han de saber ligar muy bien la mayonesa para culminar sus propósitos. De momento, se ha cortado.
Se lo decía un Puigdemont encantado de conocerse a Mónica Terribas, la señora a la que le pagamos todos los catalanes un pastizal para que haga soflamas separatistas a diario desde Cataluña Radio. “La respuesta a la sentencia del 1-O demanda hacer una mayonesa entre todos”, a lo que la sacerdotisa suprema del separatismo mediático, con permiso de Pilar Rahola, le espetó un seco “A usted y a Junqueras se les corta siempre la mayonesa”, para terminar con un todavía más seco “estamos perdiendo un montón de huevos”. Dejando aparte lo que las activistas en pro de las gallinas violadas pudieran opinar, lo cierto es que esa mayonesa de la unidad separatista está, aunque más o menos disimulada, cortada. Ni siquiera agregándole una miga de pan remojada en vinagre se salva.
Los mismos CDR se lamentaban ayer amargamente en las redes sociales al comprobar que el sano poble català no acudía en masa a asaltar sedes institucionales o a cortar carreteras. Lógico. Las revoluciones no pueden hacerse en días laborables, salvo que seas un funcionario de la Generalitat y te hayan dado permiso, como es el caso, para que puedas librar ese día. Puigdemont, que cada vez es más errático, reclamaba desde la cómoda Bélgica la puesta en marcha de un parlamento independentista al margen de la Cámara catalana. Eso ya no es una mayonesa, es una salsa picante de dificilísima digestión porque, si tiene en tan poco al Parlament, ya me dirán como pretende que las masas lo sigan. Y eso que ahí manda Torrent y se aprueban barbaridades como la expulsión de la Benemérita del territorio catalán o el derecho a la sublevación ante el orden constitucional.
Habituado a que solo sirva de platea con una claque entusiasta, a Puigdemont y al separatismo les incomoda muchísimo tener que soportar voces discrepantes de las suyas
Igual se huele que ese recinto hasta ahora consagrado a los aquelarres separatistas pudiera acabar siendo lo que le corresponde como institución, a saber, una cámara de debate político serio regida por los principios de ley y democracia comunes a cualquier parlamento. Habituado a que solo sirva de platea con una claque entusiasta, a Puigdemont y al separatismo les incomoda muchísimo tener que soportar voces discrepantes de las suyas, como se ha visto recientemente. De ahí que se saque de la manga inventos del TBO como ese parlamento en paralelo o la mayonesa. A saber lo que elucubrará mañana, porque el muchacho es impredecible.
Igual ha pesado en tan noble prócer la moción de censura que, inspirada por Alejandro Fernández, ha recogido Ciudadanos y que todo indica que se celebrará el lunes próximo. Ya sabemos que no va a servir para cambiar el orden general de las cosas, pero tiene de interesante el poner de manifiesto que allí no todo son esteladas, presos politics y copas vaginales, lo que es de agradecer. Que Inés Arrimadas debió hacer lo propio cuando era la líder de Cs, siendo el partido ganador de las últimas elecciones autonómicas, es evidente. Que nunca es tarde si la dicha es buena, también. Que servirá para confrontar la nada separatista frente a propuestas razonables de gobierno, evidente.
Ahora, lo pasmoso de esa mayonesa que están empezando a ligar los partidos constitucionalistas – ¡ya era hora! – es que Iceta y el PSC no se hayan querido sumar. ¿Está Iceta por otro tipo de salsa? ¿Le parecen mejor la salsa tártara, la Villeroy, la Remoulàde, la Bechamel? Que no le gusta la salsa española está claro, porque, si le gustase, se habría sumado a la moción de censura y, miren, aunque los números tampoco darían para darle la vuelta a la tortilla, al menos haría bueno el eslogan de precampaña del PSOE, “Ahora, España”.
Me parece que ni la mayonesa de Puigdemont ni la salsa indefinida de Iceta van a cuajar. Igual será también por la cosa de los huevos, aunque ignoramos si en ambos supuestos se trataría de una falta o de un exceso de los mismos.