Tonia Etxarri-El Correo
Hasta que la votación en el Parlamento de Cataluña no concrete la investidura del socialista Salvador Illa, los de ERC se mueven conteniendo la respiración, pendientes de Puigdemont, que es quien puede dar al traste con todo el proceso negociador de socialistas y republicanos. Porque el prófugo ha anunciado su intención de boicotear las expectativas de Pedro Sánchez, que no son otras que las de colocar a su alfil catalán como presidente de la Generalitat. La costosa factura de máximos que ha tenido que pagar a cambio, que romperá la caja única de la financiación autonómica y limitará, por tanto, la capacidad fiscal del Estado, ha soliviantado a buena parte de los barones socialistas. Veremos en qué queda este conato de discrepancia mayoritaria.
Son días cruciales para ERC pero también para Pedro Sánchez, que se ha metido en el jardín del pacto de la fiscalidad exclusiva y excluyente para Cataluña con tal de garantizarse un tiempo más en la Moncloa. Hoy, el presidente del Parlamento de Cataluña inicia su ronda de contactos con un día de retraso para dar margen a los de ERC a ir sorteando su carrera de obstáculos entre las juventudes, la Asamblea Nacional de Cataluña y los CDR. No podían haber llegado los secesionistas más divididos hasta este punto de inflexión sobre la gobernabilidad de Cataluña. Turull hablará con todos los grupos parlamentarios. Y después, a lo importante. La escenificación dinamitera de Puigdemont, que permanece al acecho desde que se conoció el pacto entre socialistas y ERC.
Esta vez el prófugo va tan en serio con su amenaza de regresar que hasta los emisarios de Pedro Sánchez le llegaron a rogar encarecidamente, en una entrevista personal, que no lo hiciera porque el Tribunal Supremo (uno de los pocos órganos no controlados por el Gobierno) mantenía la orden de detención. Hasta el diario ‘Ara’ le ha pedido, vía editorial, que no regrese.
Pero Puigdemont quiere forzar su detención para reventar la investidura de Illa. Y poner a ERC en un aprieto. Pero persisten dudas sobre sus posibles circunstancias como detenido. ¿Una declaración ante el juez y una posterior puesta en libertad? Podría volver a eludir la acción de la Justicia, cierto. ¿Pero prisión preventiva a la espera de lo que, finalmente, resuelva Europa? No parece el escenario más idóneo.
En cualquier caso, su entorno está generando unas expectativas de «numerito» dignas de una comedia de Els Joglars. Que si aparecerá en el Parlamento catalán sin ser visto. ¿Qué quiere Puigdemont? Hacer saltar por los aires la ‘operación Illa’ para forzar la repetición de elecciones. Busca venganza sobre ERC y humillación sobre Sánchez. Desquitarse de los republicanos que le han robado protagonismo y humillar al inquilino de la Moncloa recordándole que no es nadie sin su apoyo. De nuevo, Sánchez pendiente de un hilo. El que maneja un prófugo que el presidente, y sólo él, rescató el año pasado de la irrelevancia de Waterloo. Es un hilo con la mecha encendida. Veremos quién se quema primero. Da vergüenza, la verdad.