El Correo
La izquierda abertzale mantiene su resistencia a reconocer que el terror de ETA nunca debió existir
Después de tres meses de parón y sin apenas acercamientos de posturas desde su nacimiento en marzo de 2017, la reanudación de los trabajos de la ponencia de Memoria y Convivencia constituida en el Parlamento vasco confirmó ayer las frontales discrepancias entre los partidos que la han situado al borde del fracaso. La búsqueda de un consenso básico sobre ambas materias, extensible tanto al reconocimiento y la dignificación de las víctimas como a la política penitenciaria, es un loable objetivo que no puede obviar la realidad del fanatismo terrorista que ha intentado imponer por la fuerza un proyecto totalitario que niega la pluralidad de Euskadi. Parece obligado que las conclusiones de la ponencia, si aspiran a representar algún avance hacia un relato ajustado a la verdad, incluyan una expresa deslegitimación ética, social y política del terrorismo de ETA y el explícito reconocimiento de que ninguna razón lo justificó. No basta con que la izquierda abertzale reconozca por fin, tras el cese de la violencia y la disolución de la banda, que nunca más debe producirse la aniquilación física de quien piensa diferente. Su gran asignatura pendiente, y la que impide un acuerdo en ese foro del que se ha autoexcluido el PP, es la asunción de que asesinar a más de 800 personas y haber colocado en la diana a decenas de miles más por su adscripción política, por haberse resistido al chantaje o por la profesión que desempeñan fue un macabro error. Ese es el recorrido ético que aún falta por completar a quienes en su día jalearon, encubrieron o justificaron el coche bomba o el tiro en la nuca que destrozaron vidas inocentes. El respeto a las víctimas y la reparación del daño causado hacen necesario un acuerdo que vaya en esa dirección, sin pretendidas excusas en forma de un inexistente ‘conflicto’ o del ejercicio de otras violencias – ‘guerra sucia, torturas…– que, aunque reprobables, en modo alguno pueden blanquear la historia de ETA. Se hace difícil de entender que esa exigencia moral de condena del terrorismo sea motivo de disputa entre el PNV y el PSE. Las «disculpas» que los familiares de presos de la banda han pedido a las víctimas por la falta de empatía hacia su dolor representa un paso respecto al desprecio con el que las han tratado hasta ahora. Pero está muy lejos de reconocer la injusticia de los asesinatos perpetrados en nombre de un «pueblo vasco» al que jamás representaron por quienes cumplen condenas de cárcel por tan abominables delitos.