ABC-LUIS VENTOSO

Al final, en efecto, todo se acaba sabiendo

EL inglés Michael Foot, muerto en 2010 a la estupenda edad de 96 años, parecía un personaje de cómic. Foot, que ya era diputado en 1945 y continuaba siéndolo 47 años después, constituía la perfecta caricatura del marxista occidental del siglo XX. Disfrutaba plácidamente de las estupendas libertades británicas, pero recomendaba a sus paisanos las recetas «progresistas» del otro lado del Telón. Su aspecto era estrafalario: pelo loco cayendo en flecos ácratas, gafas de culo de botella, desaliño de profesor chiflado y un tenso rostro de color cera. Graduado en Oxford, había ejercido de periodista y era un lector compulsivo. Desde 1980 a 1983 fue el líder de la Muy Leal Oposición de su Majestad. Pero seguía viajando desde el Parlamento a su casa del Norte de Londres en los atestados vagones del «tube», absorto en sus libros y papeles.

Como líder laborista le tocó batirse con la formidable Thatcher en las elecciones de 1983. Misión imposible, pues ella acababa de ganar la guerra de las Malvinas y disfrutaba de inmensa popularidad. Foot compitió con sus inefables recetas socialistas: nacionalizar la banca, freír a impuestos a los contribuyentes, desnuclearización total… Un compañero de partido, tan cínico como lúcido, definió el programa de su líder como «la nota de suicidio más larga de la historia». El castañazo fue memorable: el peor resultado laborista desde 1918. Foot se tuvo que ir a casa, porque el Reino Unido es una democracia antiquísima y un país cabal. Allí no se estila lo de gobernar sin ganar las elecciones.

Oleg Gordievsky fue un legendario agente del KGB, que se pasó a Occidente y colaboraba bajo cuerda con el MI6 británico. Caídos ya el Muro y la URSS, en 1995 publicó sus memorias y destapó que Foot figuraba en los archivos soviéticos bajo el nombre de «Agente Boot». Gordievsky contó que él mismo había visto su ficha, de 400 páginas. Allí se explicaba que Foot recibió pagos del KGB durante años, aunque posteriormente los soviéticos perdieron interés en él y pasaron a considerarlo tan solo como un personaje útil para expandir desinformación en Gran Bretaña. «The Sunday Times» publicó como serial las memorias de Gordievsky. Foot protestó airadamente ante semejantes «calumnias». Denunció al periódico y ganó el pleito en defensa de su honor.

Ahora, 23 años después de la sentencia, el periodista Ben Macintyre, el mayor experto actual en historia del espionaje, ha publicado un libro donde da fe de que Foot recibió del KGB el equivalente a 37.000 libras actuales. También revela que el MI5 informó al jefe de Gabinete de Thatcher de los devaneos con los rusos del líder de la oposición. Se sopesó incluso advertir a la Reina, pues si Foot ganaba las elecciones tendría como «premier» a una marioneta de los soviéticos. Pero el profesor chiflado era un candidato tan inverosímil, tenía tan pocas posibilidades de ganar, que decidieron guardarse el secreto y ni siquiera informaron a Thatcher.

La mentira siempre acaba saliendo a la luz, incluso aunque se persiga judicialmente a los periódicos. Supongo que Sánchez, hombre estudiado y todo un doctor cum laude, lo sabe y lo tiene presente.