Editorial, ABC, 2/10/12
La propuesta federal del PSOE es un artificio electoralista, por un lado, y un paliativo interno, por otro. Pero lo grave es que supone un nuevo ejercicio de aventurerismo político
ALFREDO Pérez Rubalcaba irrumpió en el debate secesionista abierto en Cataluña con una propuesta de reforma de la Constitución para implantar un modelo federal en la organización del Estado. Su propósito era ofrecer a los socialistas catalanes una coartada para no votar la iniciativa parlamentaria presentada por CiU que proponía la celebración de un referéndum de autodeterminación. La dirección nacional del PSOE rebajó la expectativa inicial afirmando que no defendían una reforma constitucional inmediata, pero el candidato socialista a la Generalitat, Pere Navarro, ya ha anunciado que su grupo propondrá al Congreso una proposición de reforma federalista después de las autonómicas del 21-O. En definitiva, los socialistas han tratado la cuestión federal como una mercancía de consumo doméstico, para evitar que creciera la discrepancia interna y para buscar una tercera vía entre el soberanismo de CiU y el constitucionalismo del PP.
Por eso Mariano Rajoy aprovechará la Conferencia de Presidentes de hoy para, de la mano de sus barones regionales, presentar un documento de apoyo al modelo constitucional con el doble objetivo de blindarse frente al soberanismo de Artur Mas y a la propuesta federalista que baraja el PSOE. Porque conviene desmontar las mentiras que se esconden tras un modelo federal que no es la alternativa al sistema autonómico, cuyo agotamiento se debe, precisamente, a una hipertrofia de las competencias de las Comunidades, más allá, en muchos casos, de lo que el más generoso de los federalismos admitiría. En todo caso, del modelo federal habría que implantar en España el sistema de mecanismos de cohesión nacional, que es lo que realmente se echa de menos en el debate sobre la reforma de la organización autonómica del Estado. Pero es seguro que Navarro y los socialistas catalanes no están pensando en cómo reforzar las instituciones centrales del Estado, sino en cómo utilizar la coartada federalista para no parecer nacionalistas y tampoco dar apariencia de constitucionalistas.
La propuesta federal del PSOE es un artificio electoralista, por un lado, y un paliativo interno, por otro. Pero lo grave de esa propuesta es que, sin conocer su contenido ni sus consecuencias, supone un nuevo ejercicio de aventurerismo político del principal partido de la oposición, que parece no haber aprendido la lección impartida por el Estatuto catalán de 2006. Esta norma fue la moneda de cambio entre Rodríguez Zapatero y Artur Mas para sellar esa coalición que los socialistas querían con los nacionalistas para evitar que el PP volviera al poder. Ahora, el PSOE, respondiendo a su condición de partido confuso abre una tercera vía hacia ningún sitio y salta del soberanismo estatutario al federalismo oportunista.
Editorial, ABC, 2/10/12