Miquel Giménez-Vozpópuli
- La palabra cárcel asusta al más pintado y la sonrisa impostada deja los maxilares agarrotados
Es de una curiosidad científica extrema comprobar cómo algunos de los protagonistas del enorme entramado judicial que tiene el sanchismo van mudando de actitud. Véase el caso de Begoña, la antaño “presidenta”, que junto a su marido se colocaban al lado de los Reyes sin que ese fuera su lugar. Aquellos aires de mando, aquellos silencios despreciativos ante el juez, aquel pisar fuerte, parece que van amortiguándose conforme se acerca el juicio. Ya nadie habla de “inventadas”, “bulos de la extrema derecha”, “máquinas del fango” o “lawfare”.
Sánchez no escribe cartas ni se retira a meditar. Porque la justicia es lenta pero, una vez puesta en marcha, no se detiene. Begoña no quiere jurado, por ejemplo. ¿Pero no decían no sé qué barbaridades de conspiraciones de togas y de la extrema derecha judicial? ¿Qué mejor que ser juzgado por ciudadanos como tú? ¿No será que tiene miedo a una ciudadanía que demuestra cada vez más su rotundo rechazo a Sánchez, a ella y a lo que representan? Por su parte, el letrado que representa a Gómez intenta descalificar al juez Peinado a base de pellizquitos de monja: que esto es una interpretación del Código Penal muy dura, que no hay nada sólido, que nadie ha cometido ilícito –eso lo dirá la sentencia– y pequeños intentos de driblar a Su Señoría o a los informes de la UCO, demoledores.
A Begoña se la acusa de varios presuntos delitos: tráfico de influencias, corrupción privada, apropiación indebida, intrusismo profesional y malversación. No es grano de anís. Recuerdo la que le montaron a Esperanza Aguirre por un no sé qué de multa por aparcar mal el coche.
Colaboración con la Justicia
El motivo por el que ha cambiado la altivez por el “no hay para tanto, ¿echamos unas cañas, señoría, que tengo yo el gusto de invitarle?”, es que la palabra cárcel asusta al más pintado y la sonrisa impostada deja los maxilares agarrotados. No hay más que ver la cara de Sánchez, ejemplo de metamorfosis perfectamente descriptible.
Eso nos deja en lo sustancial del asunto: si te ves implicado en cualquier asunto judicial y crees tener la razón, preséntate ante la Justicia y ofrece toda tu colaboración, aporta pruebas, testigos, defiende tu causa y reivindica tu honor y buena conducta. Si, en cambio, eres culpable, haz lo mismo porque nada hay más sospechoso que aquel que ante los requerimientos de la justicia escurre el bulto, no se presenta, se niega a responder al magistrado o al fiscal y vierte sobre estos toda suerte de improperios.
No hay más: con la justicia hay que colaborar siempre, sí o sí. Desde luego, y eso es obvio, con la inteligencia que Dios te dio y te prestan tus abogados para beneficiar tu causa porque, de momento, en España existe el derecho a la defensa. Lo contrario, pasar de “la justicia es facha”, “los jueces son franquistas” –hay que ser muy acémila para decir eso cuarenta años tras la muerte de Franco– o “todo es una conspiración para derribar al gobierno” a ser una malva canta mucho. Me pregunto ¿y si le tocase a usted ser jurado de Begoña? Sería una muy, pero que muy bonita experiencia. Ojalá me tocase a mí. Palabra de honor, me atendría a los hechos y no a las ideas. Sólo con eso basta.