Tonia Etxarri-El Correo
No se ha presentado todavía en Valencia durante estos 23 días. Ni está ni se le espera porque ella dice, para defenderse, que no va a hacerse fotos (¿estaba criticando a Pedro Sánchez, quizá? ¿acaso a los Reyes, que se han personado dos veces en la ‘zona cero’ de la catástrofe de la violenta riada no para hacerse la foto sino para escuchar a los vecinos?) El caso es que la silente y ausente vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica durante tanto tiempo, tuvo que comparecer ayer ante el Parlamento. Por voluntad ajena, en realidad. Porque esa fue una de las condiciones que planteó el poderoso Partido Popular Europeo para desbloquear su carrera hacia la vicepresidencia de la Comisión Europea. Y gracias a esa comparecencia doble podrá llevar a feliz término su ambición. Claro que todo tiene un precio. Como el veto de Feijóo hizo peligrar su puesto, Pedro Sánchez ha tenido que negociar con lo que él considera la ultraderecha ultramontana. Porque la moneda de cambio será la convalidación de los candidatos de la italiana Giorgia Meloni y del húngaro Víktor Orbán. ‘Vade retro’, Pedro. ¿Ya no va a valer el comodín del miedo a la ultraderecha para justificar las alianzas con la ultraizquierda, los populistas y los secesionistas? ¿O en España seguirá parapetado tras el muro?
Lo cierto es que el pulso que ha mantenido el PP de Feijóo, avalado al principio por el PPE de Manfred Weber, ha colocado en la diana a Teresa Ribera por su ausencia y dejación inicial con la dana, pero también había puesto en una situación muy comprometida a Von der Leyen que necesita, con premura, constituir su equipo y, para eso, el apoyo de los socialdemócratas era fundamental. Razón por la que el PPE optó por desbloquear el nombramiento de Teresa Ribera. Pero si le parece conveniente que la candidata se comprometa por escrito a dimitir en caso de ser imputada por el desastre valenciano, cabe deducir que los populares europeos mantienen sus recelos sobre Teresa Ribera. Por lo tanto, la vicepresidenta tercera está afectada por una crisis reputacional. Su imagen queda tocada. Podrá digerir la agenda nuclear, de la que renegó en España, pero nadie le salva ya de su cuestionamiento en una candidatura que ha tenido que ser intercambiada como un cromo de comedia disparatada. La responsable de asuntos verdes en el Gobierno de Pedro Sánchez rompió su silencio ayer para hacer recaer sobre Mazón la única responsabilidad de la nefasta gestión de la dana. Y, tirando por elevación y antigüedad, sobre Mariano Rajoy. Habló. Sin un ápice de autocrítica por la falta de previsión y preparación en sus competencias. Pero no contestó. Ella, la responsable de las confederaciones hidrográficas y Aemet, en realidad, pasaba por ahí. Por el Parlamento, que por Valencia, no. Y en el Parlamento, eludió responder preguntas incómodas ¿Dispuesta a dimitir? ¿Aceptará los votos de la extrema derecha italiana? Silencio.
Los parlamentarios populares españoles, que seguirán votando en contra de Teresa Ribera, subrayan que sus 22 votos serán decisivos en muchos momentos. La nueva comisaria va a estar sometida a constante seguimiento.