¿Se puede escribir que Sánchez mercadea con la sangre, que mancilla la memoria reciente de nuestra democracia, que prostituye nuestro sistema por un puñado de votos, los necesarios para seguir en el photocall en el que ha convertido La Moncloa? Las normas periodísticas recomiendan la firmeza pero siempre con mesura, que si el mensaje debe llegar nítido lo haga en términos de corrección política y profesional. Van por delante mis disculpas por lo tecleado y lo que queda por teclear en esta columna, que es la opinión de un plumilla que ha conocido el terror de ETA muy de cerca, ha sentido sus bombas, conocido las amenazas de un sicario que me dijo que mi terrorismo de pluma lo pagaría con mi sangre y ha maldecido a cada uno de los encapuchados que atentaron entre otros contra su primo cuando era apenas un renacuajo.
Miren, que cada cual administre su dolor y su capacidad de perdón como le venga en gana, sólo faltaba. ¿Quienes somos nosotros para decirle a las víctimas y a sus familiares cómo hacerlo, nos vamos a poner ahora exquisitos cuando retorcemos la memoria de hace cincuenta años y arrumbamos y tratamos como apestados a las víctimas de anteayer? Sí, esas que ahora molestan tanto a lo que arteramente denominan Sánchez y sus secuaces arquitectos de un proyecto de paz. ¿Cuál? Sois tan vomitivamente cobardes que empleáis meandros lingüisticos para travestir una verdad incómoda, repugnante y tan execrable como vuestra camaleónica moral de titiriteros de la política. Lo vuestro es el mercadeo de nuestros peores recuerdos y lamentos, del patrimonio histórico de un país, del que deberíais ser salvaguarda y custodio para que nunca se apague la llama, para que a modo de farallón quede cincelado en cada plaza pública que durante los años de plomo unos pusieron la nuca y otros, alimañas, empuñaron el arma.
Es verdad, somos muy cansinos, el renglón torcido de vuestro obsceno espectáculo de matarifes presentados como pacificadores y de víctimas maltratadas como si de aquello fueran ellas las culpables. Escribo desde la rabia de un recuerdo que no borro porque entre otras cosas no quiero, me niego. La imagen de mi tía como una pietá, contando las extremidades de su hijo, celebrando con nosotros a través de la vidriera de aquel hospital que mi primo estaba milagrosamente entero. Bah, Sánchez, simple y molesto recuerdo, uno más entre centenares, ¿verdad?. Insuficiente desde luego como para aguarte la fiesta, la barbacoa en Palacio con tus coleguitas a los que das doctrina y regalas empleo a costa de lo nuestro.
Sí, ya sé que no debería pero aquí tienen los motivos para escribir lo que pienso sobre Pedro Sánchez. Ya ven, en algo me diferencio de ese sujeto, escribo lo que pienso, no miento.