- Acusar de «sanchistas» a todos los que hemos criticado su estrategia, es algo propio de políticos adolescentes muy sectarios
Cada cual puede usar los instrumentos de control y censura al Gobierno de España como considere, sin otro límite que el reglamento de la Cámara y el que imponga la Presidencia (el ridículo es más subjetivo). Por lo que hemos visto, puede hacerse incluso espuriamente, o sea, degenerando los instrumentos parlamentarios de los que se dispone. Lo vemos semanalmente en el Congreso de los Diputados, donde la oposición pregunta al presidente del Gobierno y este, impúdicamente, se niega a responder a nada. Sánchez es habilidoso desde el punto de vista parlamentario pero vergonzoso desde el punto de vista ético y político. No porque se avergüence sino porque causa vergüenza. La oposición, por su parte, se muestra incapaz de hincarle el diente, demostrando escasas habilidades parlamentarias. Comprendo que la política tiene altas dosis de propaganda, pero no puede ser únicamente propaganda, que es en lo que parece que se ha convertido.
Por respeto a uno mismo y a los ciudadanos a los que se representa, se deben respetar los instrumentos políticos y constitucionales. Cuando se presenta una moción de censura, se pretende no sólo censurar al gobierno sino además proponer un presidente y un gobierno alternativos con un programa de gobierno. En el caso de la moción fake de Vox, no había ni gobierno alternativo ni programa de gobierno; por no haber, no había ni candidato. Si el objetivo era disolver las Cortes y convocar elecciones, a Ramón Tamames se le olvidó verbalizarlo. Pero fue una de las muchas anomalías que quedaron en evidencia: un independiente «de reconocido prestigio» sólo (y casi solo) para convocar elecciones. Y cuando la legislatura está prácticamente acabada.
Si no logras que nadie te apoye, no puedes seguir adelante, salvo que la moción de censura no sea contra el Presidente del Gobierno sino contra los rivales políticos que compiten en tu espacio
Si se presenta una moción de censura, antes debes hablar, dialogar y tratar de acordarla con los grupos políticos más cercanos a tus propósitos, especialmente cuando ni siquiera eres el líder de la oposición y necesitas sus votos. Y con más razón si presentas un candidato independiente para que lidere la alternativa. Y si no logras que nadie te apoye, no puedes seguir adelante, salvo que la moción de censura no sea contra el Presidente del Gobierno sino contra los rivales políticos que compiten en tu espacio. Y mucho menos puedes insultar después a quien no quiso sumarse al circo, como si los restantes grupos políticos no fueran autónomos para decidir su estrategia y tuvieran que sumarse obligatoriamente a los desvaríos de otros y a su propio suicidio.
Además, Vox olvida cuestiones muy básicas: una, que no todos los que nos oponemos a Sánchez pensamos que debamos intentar despedirlo a través de una moción de censura, menos aun si faltan unos meses para las elecciones, y menos si no hay votos suficientes para semejante propósito; y dos, que muchos de los que rechazan a Sánchez rechazan también la alternativa de Vox, incluso más vivamente. Por decirlo brevemente, el sanchismo no lo justifica todo. Cosas de la ciudadanía rica y diversa que conforma la sociedad española, con sus luces y sus sombras. Por ello, esto de acusar de «sanchistas» a todos los que hemos criticado su estrategia, es algo propio de políticos adolescentes muy sectarios. Según Vox, todos somos izquierdistas peligrosos o cómplices del PSOE. Según Podemos, todos somos fascistas o sospechosos de serlo. Es el populismo de los extremos. Lo dijo Marco Aurelio, «el objetivo de la vida no es estar en el lado de la mayoría, sino escapar de formar parte de los insensatos». Algunos nos conformamos con lo segundo.
La moción de Vox ha terminado resultando como se esperaba, tanto en el fondo como en la forma, más retrato de una época que solución a los males que padecemos. Vox sale perjudicado y Sánchez sale reforzado, una de cal y otra de arena. Es lo que habitualmente se define como hacer un pan como unas… tortas. No va a suponer que se frene el desprestigio del Gobierno, aunque sí que se atenúe; y tampoco un vuelco electoral drástico; al fin y al cabo, nos conocemos todos, tenemos cierta memoria y sabemos lo que dan o pueden dar unos y otros. Así quiero creerlo.
Del Gobierno de España hemos dicho de todo. Ahí está la hemeroteca. Pero contra el sanchismo no vale todo. Mucho menos aquello que lo refuerza. Para derrotarlo hay que ofrecer algo mejor y actuar con inteligencia. Tampoco es pedir demasiado.