La moda del referéndum

EL CORREO 17/02/14
JUAN CARLOS VILORIA

De repente, como dice ahora con éxito la publicidad de la cuenta naranja, se vuelve a poner de actualidad el referéndum como mecanismo al que dicen volver los ojos los decepcionados de la democracia representativa. De repente, todo el mundo quiere una consulta, que se pronuncie el pueblo, que decidan los ciudadanos. La madre de todos los referendos sería la consulta que ya anuncia con fecha y pregunta la Generalitat de Cataluña para legitimar una eventual secesión unilateral. Pero también el Gobierno de las islas Canarias quiere su referéndum sobre las prospecciones petrolíferas en aguas territoriales españolas, por no hablar de los que al calor del caso Urdangarin anhelan poner las urnas en la calle para que el público, en un clima ‘ideal’ para la institución, opte entre monarquía y república.

Lejos de ser una fórmula sofisticada de la ciencia política o un alambicado sistema de gestión de los conflictos, el referéndum parece el más primario de los métodos para gobernar las discrepancias sociales. Y no solo porque es el más susceptible de manipulación por el poder en ejercicio sino porque en última instancia no es otra cosa que recurrir al ‘No’ o al ‘Sí’ como máxima expresión del pensamiento político; es como simplificar la complejidad de las decisiones en el conmigo o contra mí. Es como romper el nudo gordiano de un espadazo; es como partir en dos al niño y dar una parte a cada madre; es el campo mejor abonado a las emociones. Y las emociones, en la vida política y la convivencia, cuanto más contenidas, mucho mejor.

Algunos se empeñan en defender la consulta popular como el más alto estadio de la democracia, pero, sin ir más lejos, en España el dictador se permitió el lujo de convocar dos: el de la ley de Sucesión en la Jefatura del Estado y la ley orgánica subsiguiente. Y no creo que precisamente sea una época para añorar. La historia, al fin y al cabo, acredita que sin partidos políticos, sin prensa libre, sin debate social, el poder establecido con un referéndum bien montado y preparado puede alardear de haber consultado al pueblo con rigor democrático.

Es cierto que en determinadas ocasiones después de un proceso de cambios políticos de gran trascendencia podría justificarse una excepcional consulta a la base electoral como en España la Constitución de 1978. Pero en la mayoría de los casos la consulta no es otra cosa que el camino más corto que encuentran algunos políticos incapaces para lograr metas que siguiendo los mecanismos democráticos garantistas que las sociedades se ha ido dotando para amortiguar la colisión de diferentes derechos en su seno nunca alcanzarían. El clima ahora es favorable en España a la ‘democracia directa’ debido al descrédito de la democracia representativa. Pero en lugar de tomar atajos políticos lo recomendable sería recuperar cuanto antes las virtudes perdidas de la política democrática, compleja y honorable.